domingo, 22 de agosto de 2010

UN ENCUENTRO EN LA FILU

El pasado mes de junio fue el mes de la FILU, la feria del libro que anualmente realiza la Universidad de Los Andes con bastante éxito, al menos entre la comunidad académica de la región, en la siempre acogedora ciudad de Mérida. Acudí finalizando el evento atraída por dos personalidades que presentarían sus libros en esa ocasión: María Auxiliadora Álvarez y Federico Vegas. Infortunadamente, Federico no se apareció por esos predios, pero en compensación tuve el gusto de conocer a María Auxiliadora de cerquita ya que quien la presentó fue el buen amigo Víctor Bravo. Por ello no sólo pude intercambiar algunas palabras y libros con ella, sino que Víctor tuvo el gesto de llamarme para que participara durante el bautizo, con pétalos de rosas, de uno de los libros de María, lo cual fue para mí todo un privilegio.

Me llevé una grata impresión al encontrarme con una mujer sencilla, cálida, sin poses ni pretensiones de diva, a pesar de lo muy importante que fue como poeta en medio de una generación de mujeres que se revelaron como escritoras en Venezuela, a finales de los setenta y durante los ochenta. Generación tan importante que, como bien apunta el desaparecido crítico Julio Miranda, ellas incorporaron a la poesía venezolana nuevas imágenes, símbolos y perspectivas temáticas de una influencia determinante en los poetas varones de su entorno, quienes sin este aporte no hubiesen arribado a tales hallazgos.

Como siempre, Víctor estuvo lúcido y acertado, breve y bastante justo, durante la presentación de la poeta, gracias a ese estilo tan suyo que equilibra el rigor académico que debe ostentar toda crítica seria, con un discurso ensayístico elegante y sugestivo. Guardé una frase muy oportuna a la hora de hablar de la poesía de María, ya que se refirió a la misma como a una obra que trata “el cuerpo como lenguaje y el lenguaje como cuerpo”. Su intervención dio paso a una conferencia de la invitada quien disertó sobre las mujeres poetas en Venezuela, con lo que reveló su otra faceta, la de profesora universitaria que hoy se desempeña en Norteamérica, donde ha cumplido labores docentes en Miami University (Ohio), University of Illinois y UNAM (México).

De más está destacar el interés de una conferencia como la que refiero ya que hablaba una de las poetas venezolanas contemporáneas más importantes en la actualidad. No hay que olvidar el impacto que sus poemarios Cuerpo (1985) y Ca(z)a, 1990, tuvieron a la hora de su publicación por las crudas imágenes y temas, hasta ese momento poco frecuentes o ausentes en la poesía venezolana. No dejó de sorprenderme lo que dijo sobre Cuerpo, un poemario que desmitifica el tema de la maternidad, el embarazo y el parto, presentándolos como actos crueles, sangrientos y dolorosos, sin la idealización con la que suelen tratarse. Siempre pensé que hablaba de su propia experiencia como madre, de lo horrendo que es parir con dolor, sólo entendible por las que lo hemos vivido. Pues resulta que no sólo hablaba de ella, María parió en la Maternidad Concepción Palacios, en Caracas, y pudo ver la insensibilidad de los médicos y enfermeras con las parturientas, la cual llega hasta la desconsideración, la crueldad y la falta de respeto, lo que la hizo escribir para testimoniar líricamente su protesta desgarrada y su solidaridad femenina.

Refiriéndose a esas primeros poemas comentó que quizá eran demasiado violentos, demasiado rebeldes, como si en ellos hoy apreciara algunos excesos, alguna desmesura, es por ello que citó a un autor (de cuyo nombre no puedo acordarme) quien dijo que con la madurez ascendemos hacia la Armonía, idea reveladora para mí porque hizo que me diera cuenta de que es verdad que con la edad no nos hacemos conformistas, reaccionarios y poco sabios, como me dice a veces un joven amigo siguiendo a un viejo revolucionario, sino que nos volvemos, reales, con los pies puestos en la tierra, armónicos, aunque no tan bellos como cuando jóvenes. ¡Qué bien!, compensa envejecer entonces, ¡vaya!

He aquí uno de los poemas pertenecientes a Cuerpo que la autora leyó en el pequeño recital que ofreció después de la conferencia, incluido en la antología presentada en la feria. El mismo demuestra la crueldad e ignorancia que subyace en la práctica médica:

usted nunca ha parido

no conoce

el filo de los machetes

no ha sentido

las culebras de río

nunca ha bailado

en un charco de sangre querida

doctor

NO META LA MANO TAN ADENTRO

que ahí tengo los machetes

que tengo una niña dormida

y usted nunca ha pasado

una noche en la culebra

usted no conoce el río.

Volviendo a la mencionada conferencia refiero que en ella María destacó la obra de poetas como Patricia Guzmán, Yolanda Pantin, María Jiménez, Miyó Vestrini y, sobre todo, de Márgara Russotto, con especial mención de su poemario Restos de viaje (1971). Se trata de un libro pionero de la renovación de la poesía femenina venezolana gracias a una voz que, sin estridencias ni complejos, fija su posición feminista frente a los estereotipos sobre la concepción de la mujer, sobre sus preocupaciones e intereses, lejos de la desrealización de las mujeres, de lo que se ha considerado tradicionalmente como femenino por la sociedad patriarcal.

Dos antologías de la poeta fueron bautizadas en el evento comentado, la de Monte Avila Editores, y la más reciente, Las nadas y las noches, cuidada edición que incluye un CD con la voz de la poeta leyendo algunos de sus textos, publicada en España y vendida aquí a un precio imposible… De esa edición leyó Páramo solo, poema dedicado a sus progenitores y, según me pareció, uno de sus favoritos. La muerte de su padre fue, confesó, determinante para un cambio de vida y causa, entre otras, de su ida a otro país, según le entendí. Poema algo largo, evoca la figura de la madre, viuda, sola en medio del páramo, una figura casi fantasmal en su levedad, silenciosa y acostumbrada a escuchar. Resultaría interesante rastrear la presencia de la imago materna en estas poetas. Si hay una presencia de la madre como lo está la del padre o de la masculino, tal como sucede en la poesía de Enriqueta Arvelo Larriva, quien perdió a la madre muy pronto por lo que su figura aparecerá desvaída en sus versos frente a la potente presencia del padre y del hermano, no sólo en su obra sino también en su vida.

A propósito de este tema me vale recordar que una vez nos tocó a un colega y a mí, a petición de la Asociación de Profesores de nuestra Universidad, preparar un pequeño recital de poesía a propósito del Día de la Madre. Gracias a ello, nos dimos cuenta de la deuda que tienen nuestros poetas con la figura materna, puesto que no fue fácil encontrar poemas dedicados a ésta. Aunque se me quedan otras consideraciones en el tintero sobre este tema y sobre la autora que hoy me ocupa, dejo para luego tales reflexiones y paso a transcribir, para finalizar, el poema La casa de mi madre, incluido también en su antología Las nadas y las noches:

mi madre vive en su casa aún

la lágrima es la casa de mi madre

mi madre le dio una parte de la casa

a cada hijo

mi hermano mayor se llevó un cuarto

todos tenemos casa

en la lluvia de mi madre

a veces arrecia la lluvia de nuestra madre

contra la ventolera

nosotros le mandamos a decir

que no preocupe del viento

madre

que llueva tranquila

o entonces le decimos:

Madre ría

reír es igual que llorar

reír viene de río

riendo

madre

formamos ríos

carcajada es tempestad

carcajada es catarata

de nuestra propiedad

reparta de nuevo el río

madre

reparta de nuevo el mar

María Auxiliadora Álvarez (2009). Las nadas y las noches. Barcelona: Candaya.