martes, 16 de noviembre de 2010

OTRA LECTURA DE «LA BALANDRA "ISABEL" LLEGÓ ESTA TARDE» (Parte I)

El próximo 15 de diciembre se cumplen 99 años del nacimiento de Guillermo Meneses, uno de los grandes de las letras venezolanas. Esto significa también que se inicia el año de su centenario. Quiero empezar los homenajes a este ilustre escritor con la primera parte de un análisis sobre su cuento «La balandra "Isabel" llegó esta tarde», escrito originalmente como trabajo final para el curso de Literatura Venezolana de la Maestría en Literatura Latinoamericana y del Caribe.

Ciertos aspectos formales obligatorios rigen el curso del artículo. No entraré en esos detalles desagrables extraescriturales, pero me permitiré explicar que la imposición de incluir una pequeña biografía del autor como requisito introductorio dio lugar a una versátil síntesis que funge como prólogo de lo que es el propio ejercicio crítico del cuento. Sin proponérmelo, la primera parte de esta entrega presentará aspectos resaltantes en la vida y obra del escritor para que aquellos/as que lo escuchan nombrar por primera vez, puedan conocer algunas datos fundamentales.

Al parecer, la profesora que me obligó a semejante ejercicio ha hecho un "Homero". ¡Bien por ella!

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Introducción

En otro lugar ya realicé un acercamiento a este cuento de Guillermo Meneses. En esa oportunidad el propósito fue el de rastrear la función de la imagen (cinematográfica) como recurso narrativo. En realidad, era una propuesta interdisciplinaria, en la cual el enfoque sacrificó a los personajes y la temática del cuento para lograr un análisis de corte formalista. En este trabajo la intención es otra: Presentar de forma general otros elementos literarios del primer período creativo de Meneses.

Antes de entrar en materia quisiera reseñar algunos aspectos de la vida y obra de este importantísimo escritor venezolano, para que en el desarrollo posterior de estas páginas se haga más patente esos dos períodos de los que ya hacía mención y que he tomado del trabajo La narrativa de Guillermo Meneses (1985), escrito por Lyda Zacklin.

El escritor. Breve biografía de Guillermo Meneses

Es prácticamente imposible revisar una antología o un panorama de la literatura venezolana sin advertir que todos los críticos coinciden en que Guillermo Meneses es de las figuras más importantes de la literatura nacional. No en el nivel en que se siempre se ubica a Rómulo Gallegos, como hito que divide la historia en un antes y después, sino como un escritor que a través de un aprendizaje y un crecimiento artístico visible, constituye el eje de un cambio que tendrían sus representantes posteriores.

Esta propia importancia como punto de referencia de la evolución de la novela, y de la narrativa en general, hace que su nombre se cuente entre los de principal estudio y, de esta manera, su vida se hace más fácil de conocer que la de otros escritores, que teniendo una relevancia igual o mayor a la de Meneses, no han tenido esta atención. Por ello mismo es posible que una síntesis biográfica de este autor comporte un problema de selección de datos, en la que, como suele ocurrir en estos casos, entrañen olvido u omisiones lamentables.

Resalto lo anterior en aras de que se me disculpe el atrevimiento de dejar fuera algún aspecto de la vida de Meneses que por razones de perspectiva signifique una importancia especial para los posibles lectores de este breve trabajo.

Guillermo Meneses nació en Caracas el 15 de diciembre de 1911. Desde sus primeros años tuvo especial predilección por las letras, al punto de que intentó escribir una novela a los nueve años. Confiesa que esto se debió a la influencia que tuvo el escritor Emile Salgari en sus primeras lecturas. También mostró, como muchos jóvenes artistas de la época, un interés por contestar a la dictadura de Juan Vicente Gómez, quizá influido por la ideas humanistas de los jesuitas a quienes frecuentó desde muy joven. Debido a esta militancia debió pasar un año en las cárceles de la dictadura.

Demostró ser un estudiante muy aplicado desde sus años en el Colegio San Ignacio, en el cual cursó su bachillerato, y de esta entrega a los estudios pronto se desprendería una profunda identificación con el mundo de la escritura. No había cumplido 20 años cuando se codea con los escritores de su tiempo y así pronto empezaría a colaborar con la revista Elite, que también recogía nombres como Miguel Otero Silva, Julián Padrón y Arturo Uslar Pietri. A los 29 años publica allí su primer cuento “Juan del cine”, el cual lo reveló como una de las promesas de la incipiente vanguardia.

Para cuando tiene 33 años ya circula su primera novela Canción de Negros, el cuento “Adolescencia” y “La balandra Isabel llegó esta tarde”, relato de gran importancia, que inmediatamente tuvo sus versiones en el teatro, en el cine y, poco más tarde, en la televisión. El escritor ya se consolidó y sus relaciones políticas lo vinculan al movimiento de reconstrucción del país que encabeza Eleazar López Contreras. Como ya había obtenido en 1936 el doctorado en Ciencias Políticas, de la Universidad Central de Venezuela, ocupó el cargo de Procurador del Estado Miranda. Al año siguiente es nombrado Juez de Primera Instancia en lo penal en Barcelona, Estado Anzoátegui, donde permanecerá hasta 1939.

Su actividad literaria no se detiene por las funciones públicas y en 1938 obtiene el premio “Elite” con su novela Campeones, que se editará un año después. En el mismo 1938 la Asociación de Escritores Venezolanos publica Tres cuentos venezolanos, en el cual resalta “Luna”. Para 1942, siendo redactor del periódico Ahora, publica la novela El mestizo José Vargas. En su vida personal, contrae nupcias con Sofía Imber en 1944, año en el que también nace su primera hija Sara Nathalia.

Para 1945 inicia su prolífica faceta como crítico literario, destacando sus estudios sobre los principales autores latinoamericanos y europeos. Participa en coloquios sobre literatura y empieza su colaboración con El Nacional y también con Sábado, la revista que por aquel entonces se editaba en Bogotá, ciudad en la que además se publican artículos suyos sobre la vida política colombiana.

Luego de varios cuentos y crónicas, aparecidas en distintas publicaciones, da a conocer lo que será el inicio de su segundo período creativo: El falso cuaderno de Narciso Espejo y el libro de cuentos La mano junto al muro. Al año siguiente obtiene el premio “Aristides Rojas” por la primera de estas novelas y asume como Primer Secretario de la embajada venezolana en Bruselas. El 8 de mayo de 1959 nace su segunda hija, que llevará el hermoso nombre de Adriana. Ese año aparece en París la revista Señal, por iniciativa de Meneses. En 1961 nace su tercera hija, Daniela.

En 1962 se publica bajo su dirección CAL, revista de arte y literatura que llegaría a 59 números, una cifra loable en la época para una publicación de esta naturaleza. Nace su hijo Pedro. Un año más tarde gana el Premio Municipal de Prosa, en Caracas, por su novela La Misa de Arlequín. Y en 1965 se lo nombra cronista de la ciudad capital.

En 1975 la Universidad Central de Venezuela, en homenaje al escritor, crea la bienal de novela que lleva su nombre. Este gesto es una ratificación de la sincera cercanía entre la casa de estudios y Meneses. En su testamento éste nombrara a aquella heredera de sus derechos de autor para cerrar con broche de oro este profundo respeto que les unió. Su muerte ocurriría tres años después, en 1978, luego de haberse trasladado a vivir a Margarita.

Observación general de la obra de Guillermo Meneses

Ya había anticipado que a tenor de la importancia literaria de Meneses en la consolidación de la primera vanguardia venezolana, los críticos coinciden en dividir sus obras en un primer momento de adiestramiento y un segundo de consolidación. No quisiera extenderme en este punto que da suficiente espacio para varios libros. Tan sólo dejaré dos ideas que sirven de guía para la lectura de “La balandra…”

El primer período de sus textos está determinado por la publicación de sus primeros cuentos y novelas, a la sazón de su trabajo como colaborador de Elite. No se trata de una época de inmadurez, como podría pensarse, sino de una estética personal que busca nuevos caminos para el ya desgastado espíritu costumbrista que había llegado a su pináculo con la vasta obra de Gallegos. En este sentido, es oportuno agregar que paradójicamente este es un momento en que la literatura venezolana mantiene dos grandes corrientes literarias de forma paralela. Por un lado, esa misma tradición que conseguía en Rómulo Gallegos una expresión definitiva, y por el otro, la incipiente escuela de autores como Arturo Uslar Pietri y Enrique Bernardo Núñez que escribían a un mismo tiempo, pero, con una recepción diferente entre los lectores y la crítica.

De esta época son sus trabajos “Juan del cine” y “La balandra…”, trabajos influidos en gran medida por el realismo europeo que en ese momento derivaba del romanticismo. Es una búsqueda intuitiva de un lenguaje personal y de una expresión del mundo que le rodea. Ésta sí es una propuesta surgida como respuesta a la representación costumbrista de la realidad. Por ello, sus personajes son figuras urbanas y no los arquetipos rurales de la obra galleguiana.

Su segundo período se funda con El falso cuaderno de Narciso Espejo, y explora al igual que Salvador Garmendia, en Los pequeños seres, una visión más psicológica del ser venezolano. Los temas urbanos ganan espacio y pronto definen una búsqueda de los personajes ignorados del imaginario que antes no habían sido representados: La madre, el obrero, el jubilado. José Balza reconoce en este trabajo la versión más madura de la novela venezolana hasta ese momento. Por supuesto, es un poco arriesgado sostener esta observación, porque ella supone una noción de progreso incompatible con la literatura, pero no puede ignorarse que en la afirmación de Balza el eje crítico es la maduración de una escuela, que luego se erigiría como un discurso avasallador que abarca toda la producción literaria, no sólo de nuestro país, sino del continente entero, cuya expresión sería el boom.