sábado, 23 de noviembre de 2013

EL GENERAL DE LA ROVERE (y otros héroes), de Indro Montanelli (Parte II)

El general De la Róvere (y otros relatos) está dividido en dos partes. La primera corresponde al relato sobre el periplo de Giovanni Bertone para terminar siendo el general De la Róvere a petición del Coronel Müller, oficial del ejército alemán encargado de neutralizar el avance de la resistencia en el Norte de Italia. La segunda, se compone de nueve semblanzas sobre personajes para quienes la postguerra es un tema común. Todo el libro es una mirada acuciosa sobre la personalidad de los personajes; un retrato estimulante sobre el carácter humano, sobre sus actos, y también sobre sus posible móviles.

Bertone, el primero de estos personajes, es un gran actor. Lo es tanto que termina convirtiéndose en el papel que interpreta. Diría Borges, el recurso no es nuevo. El valor patético que adquiere su trasmutación, tal vez sí lo es. O al menos es sinceramente patética y por eso digna de atención.

Lo conocemos originalmente como el mayor Grimaldi, y de este nombre y rango, también falsos, se aprovecha para timar a los familiares de los prisioneros de guerra. Un crimen execrable, que ganaría el desprecio automático de cualquiera. Pero, el quid de su historia es la oportunidad que le ofrece el coronel Müeller para su propia conveniencia (la del coronel): tomar el lugar, con nombre, rango y prestigio del general De la Róvere.

Decir que Bertone termina asumiendo completamente la identidad del general no es suficiente, ni preciso. Como no conocemos al general, no sabemos si las acciones de Bertone corresponden con las que el propio general realizaría. Sus compañeros de prisión tampoco lo conocen, el coronel Müeller no tuvo ocasión de entrevistarse con él; la esposa del general que se presenta ante el coronel, a riesgo de su vida, suplicando aunque sea una mirada a su esposo, es convencida de que esto le haría más mal que bien al general, así que ella tampoco logra estar ante su esposo creado por Bertone y Müeller. Más justo sería decir, entonces, que Bertone es el general.

Asume una actitud digna, estoica, y lleva el presidio y las torturas con la dignidad de un verdadero combatiente, aunque nosotros sepamos que es una actitud también fingida. Pero no deja de ser en cierto modo Bertone; no el estafador, el impostor, sino el Bertone advenedizo, el oportunista, el inocuo “granuja” que aprovechó la oportunidad de ser alguien más para “bien”. Lo vemos hablar con el coronel Müeller, ya que esa es su misión al tomar el lugar del general: servir de espía entre los prisioneros. Pero, lo que logra comunicarle son apenas evidencias inconexas, pistas que no conducen a ningún lugar. De modo que su papel de espía es, de muchas formas, sólo nominal. Nunca revela nada comprometedor.

Bien visto, Bertone es un héroe que no pretende serlo. Es tan sólo una figura que se magnifica por ser algo que bajo otras circunstancias se hubiese considerado pedante, ya que exige cada tanto un trato digno de su rango.

Pilar Cordoñer Soria, en un capítulo del libro Las órdenes militares: realidad e imaginario, dice que esa actitud no es arbitraria ni casual, sino que busca recordar a los prisioneros que a pesar de las condiciones la dignidad debe prevalecer. Algo que me hace recordar al coronel Nicholson, de El puente sobre el río Kwai: “No somos reos. Somos soldados prisioneros, y la disciplina debe mantenerse”. Es una lectura válida, sólo hay que recordar que el propósito de Bertone no es ser un ejemplo, sino el general que necesita el coronel Müeller.

No obstante, la transformación progresiva termina por convencernos de cualquier lectura redentora de Bertone: el general De la Róvere se congracia con sus compañeros de celda, italianos o no, les defiende de su draconiano carcelero, expone su integridad física por ellos. El patriotismo que despierta y enciende entre los demás prisioneros no solamente es justificable, sino comprensible. Hasta se dirige al coronel Müeller como si se tratara realmente de dos oficiales hablando de las condiciones de la prisión. (Una vez más es imposible no pensar en el coronel Nicholson y su contraparte, el comandante Saito).

Bertone es el mismo y también su reverso ideal, De la Róvere. Las acciones al final de su vida quizás no redimieran sus felonías pasadas, pero tampoco deben ignorarse que llegado el momento se comportó con dignidad, y es lo que nos informa Indro Montanelli al justificar las razones por las que decidió salvar a este personaje de la ignominia o el olvido:


Mas ¿fue verdaderamente un traidor Bertone de la Róvere? No lo sé. Sé solamente que cayó como aquellos que no lo eran. Y sé también que Jesucristo no se sintió ofendido por la vecindad de Barrabás. Como fuere, yo no me propongo juzgar a ese polivalente e inquietante personaje, quien acaso tampoco supo dónde y cómo cesó de ser un aventurero para convertirse en héroe, y cómo, una vez incorporado al drama, no sé mostró ajeno a él.

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL GENERAL DE LA ROVERE (y otros héroes), de Indro Montanelli (Parte I)


Hace unos años, Luis Mora-Ballesteros me presentó a Indro Montanelli. El solo prólogo de Historia de Roma me persuadió de que es uno de esos escritores que uno disfruta leyendo, no importa el tema del que escriban. Tengo presente que, en muchos sentidos, leer traducciones es una rara forma de conocer el estilo de un escritor, pero supongo que hay que confiar en el criterio de los traductores, el cual, por lo general, es acertado. Digo esto a propósito de que una de las principales virtudes de los libros de Montanelli es la gran dosis de humor con que relata la historia oficial y la no tan oficial. En ello, por supuesto, al leerlo en español, tiene mucho que ver el traductor. Como sea que uno quiera lidiar con esa incierta relación con las lecturas de “segunda mano”, lo importante en este caso es que Montanelli es uno de esos personajes literarios que, al decir de Bloom, tienen una vida tanto más valiosa estéticamente que su propia obra. La cual combinada con una rica prosa y un exquisito sentido del humor dan como resultado libros de altísima factura literaria, ya sea que se trate de artículos periodísticos, tratados de historia, crónicas de guerra o híbridos entre todo eso y literatura propiamente dicha (cuentos, novelas, ensayos, etc.)

El libro que sirve de tema central en la presente entrada es un buen ejemplo de ello.

El general de la Rovere (y otros héroes) probablemente me encontró a mí. Un hallazgo afortunado en medio de la incipiente lluvia, la monotonía del tráfico caraqueño y la mirada perdida de Lázaro Cárdenas. Una bella edición, a pesar de los rigores del tiempo, en pasta dura ilustrada, un papel que alguna vez quizás fue blanco y 158 páginas en papel bond que se mantiene intacto a pesar de los cuarenta y tres años que han pasado desde que salió de la imprenta.

Pero ¿a qué vienen estos detalles que muy probablemente le parecen superfluos, amable lector? A que las historias contenidas en El general de la Rovere… funcionan precisamente a partir de detalles cotidianos que se van magnificando con el paso del tiempo, hasta llegar a constituir parte fundamental de hechos verdaderamente trascendentales, si no para la historia de la humanidad, por lo menos sí para la de los implicados, el cual es un nivel de historia tan capital como cualquier otro.

Una de las peculiaridades de este libro es que primero fue película. En palabras del propio Montanelli: «Este pequeño libro no es sino la traducción en términos narrativos del llamado “tratamiento” sobre el cual se ha basado el guión cinematográfico». Dos de los implicados en dicho proyecto fueron nada más y nada menos que Roberto Rossellini, como director, y Vittorio de Sica, en el papel principal. (Excelente película debe ser).

Hace unos meses (más de un año, en realidad), intentaba disertar en mi tesis de maestría acerca de este poco habitual recorrido de los argumentos: de la pantalla al papel. No sé muy bien por qué, pero no resulta muy ingenioso escribir un libro a partir del argumento de una película. Puede ser que los libros se tienen por autoridades más primigenias y seculares que las películas, hijas de un arte que apenas es centenario. Pareciera como si una ley no sancionada aplicara en estos casos: la palabra escrita debe refrendar la historia antes que cualquier otro código. Claro que por la naturaleza misma del relato(-s) IndroMontanelli puede darse el lujo de obviar esta regla consuetudinaria.

Antes decía que la vida de Montanelli es rica en anécdotas y peripecias. Ignoro en este momento si existe alguna biografía suya, aunque dada la gran cantidad de crónicas que escribió, bien puede uno hacerse a una idea de una buena parte de las experiencias de su vida. No quiero extenderme en un tema que desconozco, así que lo mejor es que comente que El general de la Rovere… tiene como relato principal una de estas interesantísimas anécdotas de la vida de Montanelli.

En la Segunda Guerra Mundial, IndroMontanelli es capitán de la coalición antifascista conocida como la Resistencia Partisana, la cual hacía frente al régimen de Benito Mussolini y a sus aliados, los alemanes nazis. “Sorprendido en acto de servicio” es capturado por las tropas alemanas que tenían presencia en Italia y condenado a muerte.
Durante su tiempo de prisión, en San Vittore, conoció a Giovanni Bertone, un estafador de poca monta que se hace pasar por Fortebraccio de la Róvere, general del ejército de su majestad Víctor Manuel III, y por tanto un importante oficial de la Resistencia. Y aquí empiezan los detalles que en mí han despertado la curiosidad e interés, tanto como los que rodean la exégesis literaria acerca del rufián devenido en héroe.
El libro abre con una “Advertencia” que yo encuentro ambigua:
Este breve relato no pretende ser absolutamente verídico, aunque tenga como protagonista un personaje que ha existido realmente: el recluso Giovanni Bertone, a quien conocí en la cárcel de San Vittore, en 1944, como general De la Róvere, y que fue fusilado en Fóssoli junto a sesenta y siete detenidos más el 12 de diciembre de aquel año

Y digo ambigua porque todas las otras reseñas y críticas que he leído sobre el libro y la película parten de esta misma advertencia para ignorar la figura del “verdadero” general De la Róvere. De hecho, investigando en el siempre vasto  mundo del internet no he encontrado una referencia histórica a esta figura, pues siempre se la asocia con el libro de Montanelli y termina diluyéndose en el “De la Róvere” interpretado por Bertone. De manera que no he llegado a saber si el Fortebraccio De la Róvere es parte de la ficción de Montanelli o un importante general de la Resistencia Partisana devenido en mero personaje literario.

Quizás esto al final no tenga mucha importancia. Soy fiel defensor de que los límites de la realidad y la ficción deben mantenerse, en aras de la cordura y el orden. Pero, no puedo evitar la curiosidad acerca de la versión original de la semblanza de la que partieron el propio Montanelli, Sergio Amidei y Diego Fabbri para escribir el guión de la película de Rossellini; y la cual —la semblanza— se incluye al final del relato (o novela corta), junto a otras ocho, que uno entiende corresponden a los “otros héroes” del título (aunque algunos sean más bien antihéroes o verdaderos villanos).

La cuestión es establecer los linderos de la ficción. Es cierto que Montanelli fue condenado al fusilamiento, y también es cierto que logró evadirse. Declara en esa advertencia que Giovanni Bertone existió realmente, pero los registros sobre su “papel”, el general De la Róvere, al menos en una búsqueda rápida, parecen inexistentes…

La autoficción existe, así como la metaficción. La loca de la casa, de Rosa Montero, y Falke, de Federico Vegas, son buenos ejemplos, respectivamente. La ficción histórica que reescribe un pasado ignorado sin advertencias también existe: Seva, de Luis López Nieves, es un caso curioso que vale la pena conocer. Sin embargo, me intriga saber hasta qué punto Montanelli ha construido su propia versión de la historia, en medio de semblanzas que en su momento debieron ser publicadas como verídicas.

Montanelli nunca ha negado su tendencia a adornar la historia. De hecho, pareciera ser una de sus principales preocupaciones dejar claro de entrada que sin unas cuantas pinceladas ficticias, la historia sería un relato muy plano y aburrido. Y yo estoy de acuerdo, pero hay límites que es mejor tener claros. Cuando uno sabe que algo es ficción, ya no hay más que discutir; sin embargo, cuando hay historia de por medio, no está de más la pesquisa.

Puede que lo que realmente interese es que entre las otras semblanzas que se agregan en esta colección de relatos una de ellas está dedicada al propio Vittorio de Sica. Pero, ¿hasta qué punto está también De Sica adornado por las pinceladas de Montanelli? Eso puede llegar a intrigar cuando uno piensa en el libro como conjunto.


(Don Indro revisando su trabajo, meticuloso escultor)
(Continúa)