lunes, 1 de febrero de 2016

PARA VIVIR VIVIENDO


No se juega con la muerte convocándola a cada rato, nos deja dicho, con otras palabras, Alberto Barrera Tyszka en su reciente novela Patria o muerte, porque la muy traidora  termina tomándonos la palabra y sin darnos el preaviso, como bien dijo nuestro Simón Díaz en una canción. Ya desde el título se nos remite a los años de la revolución bolivariana, aun vigente, que remozó este lema propio de otra revolución, la cubana,  y que luego, debido a la enfermedad del finado comandante Hugo Chavez Frías, se sustituyó por otros más vitales como el que titula esta nota. Es esta una frase que varias veces  le oí mentar al entonces presidente, causándome pena en algunas ocasiones, dada la enfermedad que éste padecía. Nunca lo odié, le reconocí su carisma, y lo compadecí por su sufrimiento. En ello concuerdo con mi admirado Federico Vegas, quien también esto afirmó en un excelente artículo,  publicado en Prodavinci. El desearle y luego alegrarse por la muerte de Hugo Chávez me ha parecido siempre otra de las perversiones morales que hoy nos aquejan. No se le desea la muerte ni esa horrorosa enfermedad a nadie, pues si seguimos en la onda de las supersticiones, de pronto tan perverso augurio podría devolverse, quien sabe si afectando a nuestros seres más queridos, lo que más tememos.

Dos líneas argumentales estructuran la novela: el análisis de la personalidad carismática del presidente y su dramático final, así  como los cambios que mucho han empeorado el tejido social de nuestro país, propiciados por los procederes de la mentada revolución. Se me ocurre que es esta una novela patchwork, en la que a través de coloridos retazos se nos narran diversas situaciones de una tragedia cotidiana, unidos estos por la intriga tejida en torno a las supuestas últimas palabras de Chávez, grabadas en Cuba con un celular, antes de que el comandante enmudeciera en vida y para siempre, lo que se devela sólo al final de la novela.
En breves apartes que estructuran la obra, aparecen los personajes cuyas vidas conflictuadas van encarnando los diversos dramas que hemos vivido en estos últimos años, que no por conocidos dejan de impactar, provocando la reflexión,  traducida en identificación o rechazo, que tales situaciones nos provocan como lectores. Tal es el necesario efecto que la literatura bien concebida y escrita produce: el hacernos más visible y comprensible la realidad, al menos hasta cierto punto.
El primero en presentársenos es Miguel Sanabria, oncólogo jubilado, buena onda, que ha tratado de resistir los embates de una situación política con la que no está de acuerdo. Su hija se ha autoexiliado en Panamá y su esposa odia a Chávez por lo que desea ardientemente  su muerte. Esto molesta a Sanabria, hombre justo, lo que lo separa moralmente de su mujer. Es el único que logra ver la grabación antes mencionada. Su hermano y sobrino son chavistas, lo que es motivo de desencuentros y discusiones, sobre todo con el hermano, defensor a ultranza del gobierno, lo que Sanabria, justo de nuevo, trata de evitar.
Andreína Mijares regresa de Miami, su sueño americano ha fracasado y pretende vivir de nuevo en su apartamento, lo que resulta imposible porque sus inquilinos, Fredy Lecuna, su esposa Tatiana y Ricardo, su hijo de diez años, no le entregan el apartamento porque no tienen otro lugar donde vivir. Lecuna trata de escribir un libro sobre Chávez y el secreto de su enfermedad, leit motiv de la novela, ya que está desempleado y necesita dinero.
María, de nueve años, y su madre viven encerradas en su modesto  apartamento por miedo a salir, dada la inseguridad reinante en la ciudad, a los crímenes que constantemente se suceden, según los noticieros que ven por televisión, la cual las acompaña encendida durante todo el día. Esta parte de la anécdota  no me pareció muy feliz, me resultó aburrida y poco eficaz, narrativamente hablando. Su inclusión obedece al desenlace que el autor propone: la existencia de una generación perdida, representada por María y Rodrigo, los únicos niños de la obra, cuyo futuro en estas tierras  es incierto.
Madeleine Butler, joven periodista norteamericana que viene a Venezuela con el fin de escribir y, de ser posible, entrevistar al presidente, atraída por su personalidad carismática y el experimento bolivariano.
Junto a estos personajes centrales se suceden cubanas que buscan casarse para irse de Cuba, agentes de inteligencia cubanos con licencia para intervenir en asuntos internos del país, mujeres habitantes de barrios populares especialistas en invasiones, bajo determinada tarifa, mujeres de la burguesía que se aprovechan inescrupulosamente de lo que critican, entre otros integrantes de un nuevo orden social poco edificante.
Y, por supuesto, Hugo Chávez Frías, a quien Barrera reconoce un gran carisma innato que él mismo se esmeraba en cultivar. Uno de los aciertos de la novela, según mi lectura, es el monólogo que se incluye como parte del supuesto libro que escribe Lecuna. Un acierto porque nos acerca a un ser humano que padece, a lo que podría decirse en su fuero interno un hombre recio ante su posible muerte. Aquí recordé de nuevo el artículo de Federico Vegas antes mencionado, en el que su vocación de escritor lo obliga a preguntarse, con comprensiva humanidad, cómo serían esos últimos días del presidente, qué pensaría, qué diría. En esta novela hay un tímido intento de dar una respuesta a tal interrogante.
Esto no significa que el autor sea complaciente con el personaje, el Chávez de Patria o muerte es carismático, sí, pero también narcisista, un militar que como tal sólo piensa en términos de órdenes y obediencia,  un encantador de las masas con la sola oferta de la palabra, del verbo encendido, así como el protagonista de todo, puesto que todo en el país giraba alrededor de  a su figura.
El otro aparte para mí destacable especialmente es el que recoge las voces de unos personajes sin nombre que, en un acierto de transcripción de la oralidad, comentan su pobreza, las desgracias que arropan sus vidas, pero que aman sin condiciones a Hugo Chávez porque les dio la importancia que nunca habían tenido como seres humanos y como ciudadanos legítimos de este país. Tal pasaje responde a la tesis sobre las personalidad carismática que se maneja en este libro, puesto que se suele hablar sobre el dotado de carisma, pero no de los carismados: “El carisma era una relación donde, en general, siempre se analizaba el poder y las características del líder y muy poca atención se le prestaba a los carismados, a los reverentes. ¿Quiénes eran? ¿Cómo vivían? ¿Qué angustias y qué anhelos sentían? ¿Por qué se habían enganchado con fervor en esa experiencia?”  (p. 120). 
Sólo al llegar a este punto de mi reflexión es cuando me atrevo a señalar el cuadro colorido que falta en este panorama patchwork, ¿por qué no aparecen también los odios y agresiones de parte de los opositores? Las guarimbas, los llamados a la abstención a la hora de votar, las descalificaciones, las agresiones mediáticas, el oponerse a todo porque sí, haya razón o no. Creo que eso también forma parte de la conformación de la personalidad carismática, la cual no deja insensible a nadie porque o se le quiere, hasta el punto de la adoración, o se le odia hasta desearle la muerte, como en el caso de Beatriz, la esposa de Sanabria, personaje de muy poca relevancia y aparición en la novela. Quizás sería esta otra novela, de mayor aliento, pues aquí se trata de apenas 245 páginas, a las que hay que reconocerle la osadía por la falta de mayor perspectiva,  por tratar una realidad tan cercana en el tiempo.
De todas maneras pienso que vale la pena leer esta novela, ganadora del premio Tusquets 2015. Creo que al jurado  español debió interesarle mucho, satisfacer su curiosidad, dada la fama de su personaje principal y su revolución.  Eso si a los lectores venezolanos no les espanta el exhorbitante precio del libro.
Para cerrar esta nota cito una frase de la famosa carta que el Che Guevara le escribió a Fidel Castro como despedida,  cuando se disponía a continuar sus luchas de revolucionario. No estoy muy segura de cómo podría interpretarla, a la luz de la hora actual,  en el caso de Hugo Chávez y la revolución bolivariana:
“En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera”.


Barrera Tyszka, Alberto (2015). Patria o muerte. Caracas: Tusquets Editores.