domingo, 31 de enero de 2010

CAPÍTULO PROMETIDO


Cumplo lo prometido, aquí va la transcripción de uno los capítulos del libro de Marisa Vannini sobre la Caracas de los años cincuenta, sus habitantes y su circunstancia, ya comentado en anterior entrega. Me impresionó porque después de leerlo sólo pude preguntarme ¿Y qué nos pasó?

LAS PUERTAS ABIERTAS


─Vamos a dejar la puerta abierta, para que si llega alguien pueda pasar adelante.
¡Increíble! Recuerdo perfectamente aquellas palabras de mi mamá al inicio de los cincuenta. Salíamos las dos tan tranquilas de nuestra casa de La Florida, dejando la puerta entornada, sin llave ni candado ni cadena ni pasador, y nadie en la casa.

Íbamos al abasto, a la panadería, saludábamos a alguna vecina. Charlábamos con ella, tomábamos café colado, regresábamos a la media hora, a la hora. Todo estaba en perfecto orden. Generalmente nadie había llegado ni pasado adelante; algunas veces había alguien que, a pesar de la puerta abierta, esperaba con discreción en el porche. Pero nunca tuvimos que lamentar un robo, un atropello, un disgusto.

No había ladrones. El pueblo, pobre o rico, tenía su honorabilidad. Yo siempre he pensado, y la vida lo demuestra, que el venezolano es fundamentalmente honesto. Se podía en aquella época dejar la casa sola días y semanas, con una puerta endeble que a nadie se le ocurría forzar. De hecho, las puertas no tenían rejas, ni las ventanas, ni los límites del jardín hacia la calle, que ostentaban en cambio rosales y setos de geranios. Lo de las rejas vino décadas después, cuando se tuvo que enrejar las puertas, ventanas y hasta los techos de los patios de cada casa, convirtiendo la ciudad en una inmensa cárcel. Desaparecieron entonces las rosas y los capachos, suplantados por altos muros coronados de cortantes vidrios y con grandes puertas de hierro.

En la mitad del siglo la vida era otra, cualquiera podía entrar en los jardines. Al anochecer si acaso se cerraba la puerta, y las casas del interior, que yo recuerde, o las habitaciones que daban al patio interior, no tenían puerta, lo que permitía la entrada al fresco de la tarde. No había necesidad de luces prendidas para ahuyentar a los ladrones. Los automóviles (había pocos) se estacionaban generalmente en las calles, al borde de la acera, sin ni siquiera cerrarlos. De palancas, alarmas, sirenas y otros seguros, ni se hablaba. La gente salía y transitaba libremente, de día y de noche, con la mayor seguridad. Se podían dejar las sombrillas, las sillas de jardín, los recibos de mimbre, hasta las bicicletas, al sereno con sus respectivos cojines, sin ningún otro peligro que el de la lluvia, o de algún gato al cual se le antojase hacer allí su dormitorio. No se perdían los maletines, las carteras, ni siquiera los paraguas olvidados en el autobús o en el taxi, porque nadie se apropiaba de ellos y todo el mundo los devolvía. Bastaba con buscar una cosa perdida o extraviada, para encontrarla enseguida.

Las muchachas de servicio, por día o fijas, las lavanderas, las planchadoras, los jardineros, los bedeles, el personal de limpieza (todos los venezolanos en aquella época), eran de la más absoluta honestidad.

Antonia, una joven que pasó con nosotros dieciocho años, se enorgullece al afirmar con toda justicia, que no se llevó de la casa ni un alfiler.

Ramón, jardinero, recogía de la grama para entregarlo cualquier juguetico o mediecito dejado por los niños de la casa, y nunca quiso llevarse ni un aguacate ni un mango, y ni siquiera un mamón, sin pedir autorización o permiso.

En la Universidad Central tuvimos dos bedeles, Regino Blanco y Fagúndez, que hasta los lápices nos devolvían.

Y como todos éramos honrados, esto nos parecía completamente natural. (Vannini, Marisa(2005) Arrivederci Caracas. Caracas: Los Libros de El Nacional, p.71-72).

JORNADAS ANDINAS DE LITERATURA LATINOAMERICANA (JALLA 2010)

2 al 6 de agosto del 2010

Instituto de Letras de la Universidad Federal Fluminense

Niterói, Brasil

La Asociación Internacional de Peruanistas

y la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana

CONVOCAN AL SIMPOSIO:

“Representaciones culturales y literarias de la Amazonía”

TEMARIO

1) El espacio amazónico en la literatura y cultura: textos coloniales, relatos de viajes, novelas, ensayos, cuentos, poesía, teatro, cine, performance

2) Dinámicas de las miradas de la selva:

a) La selva vista desde afuera (la selva vista desde una perspectiva ajena –exterior- a la misma, y sus plasmaciones de la otredad).

b) La selva vista desde adentro (la selva configurada por una mirada “interior” a la misma, miradas centradas o descentradas).

c) Las miradas de género (la feminización/masculinización del espacio).

3) Mitos, canciones, ikaros y relatos orales amazónicos

4) Discursos políticos

5) Proyectos, utopías y distopías, programas expresados sobre la Amazonía

6) Autores, corrientes, continuidades y discontinuidades sobre la Amazonía en tanto objeto de estudio y representación

Se convoca a investigadores de la literatura y cultura latinoamericanas a participar en el Simposio “Representaciones culturales y literarias de la Amazonía” en todas las disciplinas humanas y sociales que estudien la región. Los interesados en participar deben enviar (en español o portugués) el título y una sumilla (extensión máxima 200 palabras) de la ponencia (máximo 20 minutos) a presentar.

La fecha límite de envío es el 15 de febrero del 2010. El Comité Científico revisará las propuestas y seleccionará aquellas que sirvan para organizar paneles multidisciplinarios. Se comunicarán las decisiones a más tardar el 26 de febrero del 2010.

Los envíos deberán hacerse por vía electrónica a la siguiente dirección: aip.congresos@gmail.com

Las ponencias seleccionadas deberán entregarse luego del simposio en formato de artículo para su publicación en un número especial de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, editada en la Universidad de Tufts, Estados Unidos.


CONFERENCIA: CIEN AÑOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA: REVISIONES Y BLANCES. TRINIDAD Y TOBAGO, 6, 7 Y 8 ABRIL 2010.

El Centre for Latin America and the Caribbean (CENLAC), Faculty of Humanities and Education, The University of the West Indies, St. Augustine Campus, el College of Science, Technology & Applied Arts of Trinidad & Tobago, el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, Universidad Nacional Autónoma de México, y el Pan-African Studies Department, University of Louisville, invitar a participar en la Conferencia: Cien Años de la Revolución Mexicana: Revisiones y Balances a celebrarse en The University of the West Indies, St. Augustine Campus, Auditorium, Centre for Language Learning (CLL), Trinidad and Tobago, W.I., los días 6, 7 y 8 de Abril de 2010.

Se confirma la presencia de importantes conferencistas invitados cuyos diversos aportes analizarán el tema en cuestión a partir del teatro y las artes visuales en relación con los estudios sociales, así como de las letras, y la política: Dra. Marcela del Río Reyes, Prof. Emérita University of Central Florida; Dr. Adalberto Santana Hernández, Universidad Nacional Autónoma de México; Dr. Carlos Huamán López, Universidad Nacional Autónoma de México; Dr. Herminio Núñez Villavicencio, Universidad Autónoma del Estado de México; Dr. John Mraz, Universidad Autónoma de Puebla.

La Convocatoria también se encuentra disponible en sitio web del Portal del Hispanismo:

http://www.hispanismo.es/agenda.asp?DOCN=64734

MEMORIAS DE UNA DAMA DE MEDIO SIGLO

Me encontré con Arrivederci Caracas por pura casualidad mientras husmeaba en los anaqueles de Locatel, doble sorpresa porque de entrada me di cuenta de que se trataba de unas crónicas marcadamente autobiográficas y también porque entre cosméticos, libros de manualidades, de autoayuda y demás chucherías, se encontraba una obra que formaría parte del corpus que va engrosando la bibliografía de textos de este género que actualmente realizo, en el desarrollo de mi proyecto de investigación, y que además confirma mi tesis de que en Venezuela, en los últimos años, se ha desatado un afán memorialístico, como lo demuestran las últimas publicaciones de personas tan destacadas y conocidas como Lucila Velázquez, Ramón Escobar Salom, Enrique Tejera París, el Cardenal Rosalio Castillo Lara y Virginia Betancourt, entre otros.

En Arrivederci Caracas, título que parodia la legendaria balada italiana Arrivederci Roma, Marisa Vannini recupera a través de la escritura y con el auxilio de la memoria los tiempos idos y añorados de la Caracas de los años 50. No hay duda de que hay mucho de idealización en los recuerdos de Vannini, como en todo lo que toca el polvo dorado de la evocación. Tampoco se puede dudar de que esa Caracas “bella, inimaginable, suprema”, está en el imaginario de toda una generación, la misma de mi madre, otra dama bella y ejemplar del medio siglo; imaginario que también me concierne ya que varios de los episodios, estampas y costumbres contadas hicieron que me descubriera como niña de medio siglo, nací en 1951: la evocación de una especie en extinción, si no extinta del todo: las chaperonas; la inclusión de un espacio ya olvidado y cuya mención siempre daba escalofrío: el puente El Guanábano, temible por la atracción que ejercía sobre los suicidas de entonces, posibles aparecidos a los incautos o trasnochados caminantes que osaran pasar por allí; la ventana, vitrina donde las jovencitas, sentadas en el pollo de esas magníficas ventanas de las casas coloniales (otra especie en extinción), todavía no dueñas de la calle como hoy, nos exhibíamos a los curiosos paseantes, posibles “conquistas” o futuros novios; las serenatas que me hicieron recordar una tonta frustración: a mí nunca me llevaron una, tan feita era? Bueno…salvo la vez que unos amigos malvados y borrachos nos llevaron, (a un grupo de chicas que nos quedamos juntas a dormir en una casa, como ellos bien sabían) una “serenata” en la que una voz horrorosa cantaba “Abre la puerta queriiiidaaaaa…que te traigo un regaliiiitooooo…Mientras las cavernosas voces de los golfos que acompañaban al “tenor” coreaban ito…ito…ito… No abrimos la puerta, por supuesto, ni siquiera la ventana, por lo nunca identificamos a los “culpables”, sobre todo porque ellos huyeron inmediatamente “por la derecha” para no ser reconocidos. Nos reímos durante algún tiempo del episodio, sospechando sobre los perversos autores del mismo, no sin cierto rencor.

De verdad que se trata de un libro de grata lectura, sin pretensiones literarias ni experimentales, como suele suceder en las memorias, sobre todo en las de autoría femenina, ya que su interés no es otro que llevar un mensaje claro, sin ambigüedades, sobre las experiencias vividas. El lenguaje es llano, fresco, directo, la enunciación se ofrece desde un “yo relacional”, desde un “nosotros” inclusivo del grupo social al que se pertenece, otro rasgo de la autobiografía femenina, explicable porque la autora cuenta impresiones y vivencias que no le son exclusivas sino que comparte con las mujeres de su generación. El ser humano que se nos ofrece en estas páginas es de verdad singular y admirable, aunque la protagonista principal de estas crónicas es la ciudad, junto a ella la autora va edificando su monumento para la posteridad: inmigrante italiana que llega a Caracas a finales de la década de los cuarenta en plena juventud, Marisa Vannini nos pone al tanto de su personalidad dinámica, estudiosa, incansable lectora, de su diligencia sin descanso, de su dominio del latín y el italiano, de su vocación docente realmente ejemplar, primero en bachillerato y luego en su adorada Alma Mater: la Universidad Central de Venezuela. No es posible dejar de admirar, como docente que soy, a esta maestra que con tanto amor se dedicó a la enseñanza, desde las clases particulares que deba con esmero, gracias a las cuales “media Caracas” aprendió italiano, hasta su protagonismo en la UCV, fundando cátedras, investigando, dirigiendo tesis y tantas actividades académicas que nos obligan a preguntarnos como hizo todas esas cosas una mujer en una vida, la cual suele ser tan corta; mi reconocimiento vaya expresado aquí en letras negritas, subrayadas y en mayúscula sostenida

Sólo tengo un reclamo que hacerle a Marisa, batalla perdida que no dejo de librar: el que todavía no se haya dado cuenta de la necesidad de “nombrar el mundo en femenino” como bien nos pide la historiadora catalana María Milagros Rivera Garretas en el libro que lleva este título. Cuánto me fastidió leer que nuestra querida memorialista haya alcanzado el grado de profesor titular (p.198); que haya sido compilador de una obra narrativa dedicada a los niños (p.196); que haya sido tutor (p.195) de varios tesistas… y pare usted de contar. ¿Es que no existen las palabras profesora, compiladora y tutora? Caramba, ¿hasta cuándo arrastraremos ese complejo, esa inseguridad simbólica de la que nos habla Pierre Bourdieu? ¿Es que todavía “la mujer no existe”, como dijo Lacan? ¡Vaya, pero si tan sólo se trata de respetar las normas gramaticales de concordancia de género, no de dualidades innecesarias ni de faltarle el respeto a la economía del lenguaje, es concordancia pura y simple, nada más, facilito! Será verdad que las mujeres somos irredimibles, como dijo una vez Augusto Roa Bastos en una entrevista? ¡That is the question!

Pero volvamos a la maestra después del anterior clamor en el desierto, quiero culminar este comentario con una larga cita porque me parece ejemplar para nosotros los docentes, hoy bastante extraviados en esta profesión que sólo debe emprenderse por vocación. El capítulo en cuestión se titula Alma Mater y comienza así:

La más grata, estimulante, imperecedera memoria de la década del cincuenta fue mi incipiente experiencia docente en La Universidad Central de Venezuela.

Fueron tantas y diversas las satisfacciones que me produjo mi labor como profesora en las aulas universitarias, que a pesar de algunas vicisitudes y vivencias realmente peligrosas, no cambiaría por nada los años dedicados con devoción al Alma Mater.

Desde el año de 1956, con ímpetu juvenil disfrutaba sobremanera el poder dedicarme a difundir mi lengua nativa, viendo cómo su particular encanto causaba sensación entre los estudiantes.

Ha habido últimamente entre los docentes cierta renuencia, y hasta alguna que otra protesta cuando se les asignan más de las doce horas reglamentarias de clase.

Nuestro grupito de graduados en el 56, esforzado e idealista, llegó a dictar en la universidad hasta veinte y veinticinco horas de varias materias, y nunca nos quejábamos, más bien por el contrario nos sentimos orgullosos de haber prestado este apoyo a otras escuelas y de haber fundado cátedras que sin nuestra colaboración ad honorem no habrían existido ni existirían.

En mi caso, además de las doce y a veces quince horas reglamentarias de Italiano y de Literatura Italiana con muchísimos alumnos a los que quise tanto, y de los cursos de extensión de Lengua y cultura italianas, durante el decanato del doctor Pérez Olivares, ofrecí mi aporte a la Facultad de Derecho para los cursos de italiano jurídico, acompañando a los colegas abogados y apreciados amigos Helena Fierro y Germán Fierro. Tenía tantos alumnos que en ningún salón cabían todos (p.194).

Bien, hasta aquí la cita y como dice el lugar común: “para muestra basta un botón”… Ahora sí finalizo dando cuenta de un descubrimiento y una promesa. Quizá el descubrimiento no sea tal: los textos autobiográficos estimulan a su vez a ejercer de autobiógrafo, ya lo han dicho los teóricos sobre el tema, todo libro de memorias remite a otro que le ha servido de inspiración. Fíjense, mis desocupados lectores, lo levemente autobiográfica que fui en estas notas, sorprendida estoy yo misma, ¿será que cómo dice Walter Mignolo, la autobiografía tiende a desaparecer como género independiente ya que lo autobiográfico lo está invadiendo todo? La promesa no sé si la cumpliré: el transcribir completo el capítulo Las puertas abiertas, donde la autora habla de cómo era la Caracas y con ello la Venezuela de ayer en cuanto a la honestidad del venezolano y de la seguridad de la que se disfrutaba, virtudes hoy raras de encontrar…Y es que la ciudad que nos regala Marisa Vannini es aquella a la que desea volver, a la que añora con “esperanza y cariño”, esa ciudad que asociada al deseo nos ofrece Federico Vegas, desde otro tono, otra óptica y otro género, y que abordaremos en próxima entrega.

(Vannini, Marisa. Arrivederchi Caracas (2005). Caracas: Los libros de El Nacional,pp.200. Aquí pueden leer unos cuantos capítulos: http://books.google.co.ve/books?id=ot0Y2slwe5IC&printsec=frontcover&dq=arrivederci+caracas&cd=1#v=onepage&q=&f=false)

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