domingo, 27 de marzo de 2011

ENRIQUETA ARVELO TAMBIEN TIERNA Y ENRAIZADA

El pasado 22 de marzo tuve la suerte de participar en un sencillo homenaje que el grupo cultural “Amigos de lo nuestro” realizó en la plaza Bolivar de Barinitas, con motivo de los 125 años del nacimiento de la gran poeta bariniteña Enriqueta Arvelo Larriva. Debo a la poeta Idbelty Lugo la amable invitación y de verdad me sentí muy honrada por participar. Fue un acto sencillo y sentido, como le hubiese gustado a Enriqueta. Bien lo revela uno de sus más conocidos versos: “Yo quiero ser sencilla como el hilo sin perlas”.

Además de escuchar el excelente ensayo sobre la autora expuesto por el poeta Luis Alberto Angulo, pariente de Enriqueta, tuvimos el privilegio de oir poemas de la Arvelo leidos o recitados, acompañados por un arpa, ejecutada por uno de los chicos. Fue una velada encantadora, todo un acierto con el que el mencionado grupo comienza sus actividades en pro de los valores culturales de su región. Los felicito de veras y espero que tengan éxito en todo lo que emprendan. Uno de los objetivos propuestos es el rescate de la casa donde habitó Enriqueta antes de que se trasladara a Caracas. Bella casona colonial, que bien merece una restauración para luego convertirse en centro cultural, en museo, en un espacio para el enriquecimiento espiritual y artístico de los bariniteños. ¡Suerte en esa empresa!!!!Transcribo a continuación el texto que leí en esa ocasión:

Antes de comenzar debo agradecer la invitación con la que la querida poeta Idbelty Lugo me ha honrado, no sólo porque me ha permitido estar hoy aquí, en la tierra de mi querida Enriqueta Arvelo, de la que dijo con razón el sabio Lisandro Alvarado: “Barinitas de Enriqueta. Así le doy historia y leyenda”; sino porque me hizo revisitar su poesía, reencontrarme con antiguas lecturas.

Lo primero que me planteé hace unos días fue una pregunta: ¿Cómo llegué a la poesía de Enriqueta? Recordé que hace unos años estaba en el trance de escoger objeto de estudio para realizar una tesis de maestría, pero hasta ahí alcanzó mi memoria. ¿Cómo llegaron sus poemas a mis manos? ¿Quién me los ponderó, me regaló un libro, me sugirió algún aspecto a estudiar en su obra? No lo sé…Confieso que siempre he tenido un respeto reverencial hacia la poesía, creo que ella nos habla por sí misma, que debemos hacer silencio ante sus ecos para que nos llegue hondo con sus revelaciones. Entonces… ¿Sería la excelente antología publicada por Monte Avila Editores, a cargo de Alfredo Silva Estrada? ¿O la antología de la Universidad Central de Venezuela, realizada por esa gran estudiosa de nuestra poeta como es Carmen Mannarino, que en algún momento compré y leí? Quizás…

Lo que sí sé es que una vez decidida a estudiar su obra, en contra de lo que ha sido mi costumbre, puesto que hasta hoy me he dedicado al estudio de la narrativa, a las obras de creación escrita por mujeres, principalmente, (las primeras de ellas fueron justamente Teresa de la Parra y Enriqueta Arvelo, nuestras máximas creadoras en narrativa y poesía); una vez tomada la decisión, decía, empezaron a llegar a mí muchas cosas por casualidad, sin buscarlas. Un buen día una colega me consiguió la dirección del amado sobrino de Enriqueta, Luis Alejandro Angulo Arvelo, quien me recibió en su bella casa de Altamira, donde ella vivió durante años y donde murió tranquilamente en la paz de su lecho. En esos días Luis Alejandro escribía su libro, El fauno cautivo, sobre el admirado tío, el poeta modernista Alfredo Arvelo Larrriva. En esa oportunidad pregunté por el epistolario de Enriqueta tan ponderado por el poeta Udón Pérez, por Mariano Picón Salas y por Juana de Ibarbourú, quien lo reconoce al escribirle: “cuando el cartero me da tu carta en el porche, la llevo apretada hasta el cuartico donde escribo mis versos”. Así me enteré de que infortunadamente, es muy poco lo que queda de esas magníficas cartas. No dejo de lamentarlo, cuánto tendríamos de nuestra poeta si se hubiesen conservado…

Otro día llegó un amigo con una primera edición, viejita y sin carátula, de El cristal nervioso, poemario publicado en 1941, que había conseguido en una librería de viejo, la cual conservo como un tesoro. Otra amiga de Barinas me llevó casa los dos tomos de la magnífica edición de las obras en prosa y verso que editó en el año 87 la Fundación Cultural Barinas, en conmemoración del centenario natal de la poeta, inencontrable edición hoy día, toda una fortuna para mí. Otra situación afortunada: en el año 1994, dos importantes bailarinas venezolanas, Sonia Sanoja y Hercilia López, montan un espectáculo de danza inspirado en la poesía de Ana Enriqueta Terán y Enriqueta Arvelo Larriva, el cual llevaba un bello nombre: Documentos de agua y fuego. Milagrosamente, la gira incluyó a San Cristóbal, la ciudad donde vivo, a la cual casi nunca nos llegan tantos eventos que sólo van a Valencia, Maracaibo o Caracas, no sé por qué. Tuve la oportunidad de verlo, fue un espectáculo en que las bailarinas entreveraron danza y poesía, conectando el mundo interior y la fuerza expresiva de los cuerpos danzantes con dos voces hermanadas por lo profundamente femeninas.

Finalmente, tuve el privilegio de que se me seleccionara para redactar la entrada dedicada a Enriqueta de la edición del importantísimo Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (DELAL). Así que, gracias al evento de hoy, por el que me detuve a reunir toda esta casuística, recién me doy cuenta, aunque suene arrogante y misterioso, de que fue Enriqueta la que me seleccionó a mí y no yo a ella, lo que me hace sentir orgullosa y feliz, sobre todo de estar hoy aquí.

Luego de este largo y solipcista introito, debo hablar un poquito de mi querida Enriqueta. He aquí otro dilema: qué decir, que ya no esté dicho en los valiosos estudios de Carmen Mannarino, en la sin par evocación de la figura de Enriqueta que su sobrino Luis Alejandro Angulo Arvelo hizo para el libro Barineses ilustres, compilado por Virgilio Tosta u Orlando Araujo en un libro de tan poético título: Barinas son los ríos, el tabaco y el viento; o Ida Gramcko, Elisa Lerner, Vicente Gerbasi, Luis Beltrán Pietro Figueroa, Márgara Russotto y otros tantos críticos y poetas que le han dedicado atención a su figura y obra.

Como quiera que la enseñanza de la literatura forma parte de la crítica literaria, y como eso es lo que soy, una profesora de literatura, pues debería hacer alusión a los rasgos distintivos que he apreciado en su poesía. Y como creo que Octavio Paz tiene razón cuando dice que los poetas no tienen biografía porque su obra habla por sí misma de su vida, debo decir que la obra de Enriqueta Arvelo está marcada por el paisaje que la vio nacer: al frente la sabana soleada y anchurosa; a sus espaldas el piedemonte andino, de ahí su afición a los contrastes. Pero, lo primero que quiero hacer es evocar su figura. Sus contemporáneos la describieron como una mujer alta, sobria, taciturna, sencilla, estoica como una mujer lorquiana, tímida, débil aparentemente y algo temblorosa, pero fuerte a la hora de defender sus convicciones.

No era bella Enriqueta, hay dos anécdotas que me gusta citar cada vez que hablo de ella. Durante una visita que Lisandro Alvarado le hace a la familia Arvelo aquí en Barinitas, en medio de la reunión se le acerca a Enriqueta una de las más bellas de sus primas para pedirle que cambiara de puesto con ella y se sentara al lado de ese señor “tan apagadito que habla de cosas que yo no entiendo”. Es así como la inteligencia y cultura de Enriqueta vence la belleza de su prima, obedeciendo quizá al mandato de la abuela Florinda, quien le había dicho en una ocasión: “Tienes que hacerte interesante porque tus primas son las bonitas”.

La voz poética de Enriqueta ha sido calificada por la crítica como parca y frugal, esto se explica por su anhelo de buscar una música nueva, ella se sabía la primera mujer que en nuestra tradición poética buscara su propia música. Y lo logra como eco del contraste montaña/llano que presenció desde niña: austeridad de la vida llanera, parquedad del montañez. Como poeta de transición que parte del modernismo, Enriqueta se sumerge en la indagación del lenguaje, en la renovación del léxico, de la sintaxis, de la estructuración del poema. No encontraremos en su poesía elementos nativistas porque la relación con su geografía natal se establecerá desde la interiorización de un paisaje que aflorará espiritualizado, luego de un proceso de reflexión y rigurosidad. Es así como Enriqueta Arvelo forma parte del conjunto de poetas hispanoamericanos que buscaron nuevos rumbos para la poesía del continente en su camino hacia la modernidad.

No es telúrico su canto porque la poesía será para ella un medio para comprender al ser humano, para rever su entorno, para enriquecerlo. Sus primeros poemarios –Voz aislada (Poemas 1930-1939) y El cristal nervioso demuestran el deseo de encontrar un interlocutor para su poesía, un destinatario poético, de ahí el comedimiento en el manejo del lenguaje metafórico para evitar la oscuridad del sentido. En su obra de madurez –Mandato del canto y Poemas perseverantes–, se enriquece el lenguaje y se aprecía una tendencia hacia la desaparición de la anécdota para dar paso a imágenes a veces indescifrables, al equilibrio y la mesura en el decir. Será entonces una poesía ajena tanto a los cánones modernistas como a novedades pasajeras de la vanguardia. No es posible dejar de decir que sus Poemas de una pena, dedicados al padre en el primer aniversario de su muerte, marcan pauta de originalidad dentro de la tradición de la poesía elegíaca dedicada al padre en Venezuela

Antes de finalizar, quiero asociar a este homenaje el nombre de otra poeta, voz hermana de Enriqueta: Luisa del Valle Silva. Nacida en Barcelona en 1896, hace 115 años, hay varias coincidencias entre las dos creadoras. Ambas nacieron en provincia y se establecieron en Caracas en la edad adulta, autodidactas, cercanas a la generación de los poetas del 18. Se hermanan además en el anhelo expresado en su obra por una vida serena, la de la sensible escucha de lo impreciso, de lo que habla desde la naturaleza y desde el misterio que oculta lo humano. Las dos fallecen en 1962, pero Enriqueta tuvo tiempo de decir sobre Luisa del Valle, lo que hoy yo diría también de ella misma: “Pido que ella, tan tierna y enraizada, no sea maltratada (ay, como tantos de nuestros poetas) con un pronto y férreo olvido”. Y no otra cosa cumplimos hoy con este pequeño homenaje a estas poetas. Y qué mejor manera de hacerlo que cerrar con su voz. Permítanme que les lea el poema que sería el mejor de los suyos si hacemos caso de sus antólogos, ya que aparece en todas las antologías que conozco hasta el momento. En él Enriqueta da parte de su consustanciación con la naturaleza, de su festejo y celebración, ante la que se desata sin barreras, algo que no suele hacer frente a las pasiones humanas:

Toda la mañana ha hablado el viento

Toda la mañana ha hablado el viento

una lengua extraordinaria.

He ido hoy en el viento.

Estremecí los árboles.

Hice pliegues en el río.

Alboroté la arena.

Entré por las más finas rendijas.

Y soné largamente en los alambres.

Antes −¿recuerdas?−

Pasaba pálida por la orilla del viento.

Y aplaudías.