lunes, 11 de noviembre de 2013

EL GENERAL DE LA ROVERE (y otros héroes), de Indro Montanelli (Parte I)


Hace unos años, Luis Mora-Ballesteros me presentó a Indro Montanelli. El solo prólogo de Historia de Roma me persuadió de que es uno de esos escritores que uno disfruta leyendo, no importa el tema del que escriban. Tengo presente que, en muchos sentidos, leer traducciones es una rara forma de conocer el estilo de un escritor, pero supongo que hay que confiar en el criterio de los traductores, el cual, por lo general, es acertado. Digo esto a propósito de que una de las principales virtudes de los libros de Montanelli es la gran dosis de humor con que relata la historia oficial y la no tan oficial. En ello, por supuesto, al leerlo en español, tiene mucho que ver el traductor. Como sea que uno quiera lidiar con esa incierta relación con las lecturas de “segunda mano”, lo importante en este caso es que Montanelli es uno de esos personajes literarios que, al decir de Bloom, tienen una vida tanto más valiosa estéticamente que su propia obra. La cual combinada con una rica prosa y un exquisito sentido del humor dan como resultado libros de altísima factura literaria, ya sea que se trate de artículos periodísticos, tratados de historia, crónicas de guerra o híbridos entre todo eso y literatura propiamente dicha (cuentos, novelas, ensayos, etc.)

El libro que sirve de tema central en la presente entrada es un buen ejemplo de ello.

El general de la Rovere (y otros héroes) probablemente me encontró a mí. Un hallazgo afortunado en medio de la incipiente lluvia, la monotonía del tráfico caraqueño y la mirada perdida de Lázaro Cárdenas. Una bella edición, a pesar de los rigores del tiempo, en pasta dura ilustrada, un papel que alguna vez quizás fue blanco y 158 páginas en papel bond que se mantiene intacto a pesar de los cuarenta y tres años que han pasado desde que salió de la imprenta.

Pero ¿a qué vienen estos detalles que muy probablemente le parecen superfluos, amable lector? A que las historias contenidas en El general de la Rovere… funcionan precisamente a partir de detalles cotidianos que se van magnificando con el paso del tiempo, hasta llegar a constituir parte fundamental de hechos verdaderamente trascendentales, si no para la historia de la humanidad, por lo menos sí para la de los implicados, el cual es un nivel de historia tan capital como cualquier otro.

Una de las peculiaridades de este libro es que primero fue película. En palabras del propio Montanelli: «Este pequeño libro no es sino la traducción en términos narrativos del llamado “tratamiento” sobre el cual se ha basado el guión cinematográfico». Dos de los implicados en dicho proyecto fueron nada más y nada menos que Roberto Rossellini, como director, y Vittorio de Sica, en el papel principal. (Excelente película debe ser).

Hace unos meses (más de un año, en realidad), intentaba disertar en mi tesis de maestría acerca de este poco habitual recorrido de los argumentos: de la pantalla al papel. No sé muy bien por qué, pero no resulta muy ingenioso escribir un libro a partir del argumento de una película. Puede ser que los libros se tienen por autoridades más primigenias y seculares que las películas, hijas de un arte que apenas es centenario. Pareciera como si una ley no sancionada aplicara en estos casos: la palabra escrita debe refrendar la historia antes que cualquier otro código. Claro que por la naturaleza misma del relato(-s) IndroMontanelli puede darse el lujo de obviar esta regla consuetudinaria.

Antes decía que la vida de Montanelli es rica en anécdotas y peripecias. Ignoro en este momento si existe alguna biografía suya, aunque dada la gran cantidad de crónicas que escribió, bien puede uno hacerse a una idea de una buena parte de las experiencias de su vida. No quiero extenderme en un tema que desconozco, así que lo mejor es que comente que El general de la Rovere… tiene como relato principal una de estas interesantísimas anécdotas de la vida de Montanelli.

En la Segunda Guerra Mundial, IndroMontanelli es capitán de la coalición antifascista conocida como la Resistencia Partisana, la cual hacía frente al régimen de Benito Mussolini y a sus aliados, los alemanes nazis. “Sorprendido en acto de servicio” es capturado por las tropas alemanas que tenían presencia en Italia y condenado a muerte.
Durante su tiempo de prisión, en San Vittore, conoció a Giovanni Bertone, un estafador de poca monta que se hace pasar por Fortebraccio de la Róvere, general del ejército de su majestad Víctor Manuel III, y por tanto un importante oficial de la Resistencia. Y aquí empiezan los detalles que en mí han despertado la curiosidad e interés, tanto como los que rodean la exégesis literaria acerca del rufián devenido en héroe.
El libro abre con una “Advertencia” que yo encuentro ambigua:
Este breve relato no pretende ser absolutamente verídico, aunque tenga como protagonista un personaje que ha existido realmente: el recluso Giovanni Bertone, a quien conocí en la cárcel de San Vittore, en 1944, como general De la Róvere, y que fue fusilado en Fóssoli junto a sesenta y siete detenidos más el 12 de diciembre de aquel año

Y digo ambigua porque todas las otras reseñas y críticas que he leído sobre el libro y la película parten de esta misma advertencia para ignorar la figura del “verdadero” general De la Róvere. De hecho, investigando en el siempre vasto  mundo del internet no he encontrado una referencia histórica a esta figura, pues siempre se la asocia con el libro de Montanelli y termina diluyéndose en el “De la Róvere” interpretado por Bertone. De manera que no he llegado a saber si el Fortebraccio De la Róvere es parte de la ficción de Montanelli o un importante general de la Resistencia Partisana devenido en mero personaje literario.

Quizás esto al final no tenga mucha importancia. Soy fiel defensor de que los límites de la realidad y la ficción deben mantenerse, en aras de la cordura y el orden. Pero, no puedo evitar la curiosidad acerca de la versión original de la semblanza de la que partieron el propio Montanelli, Sergio Amidei y Diego Fabbri para escribir el guión de la película de Rossellini; y la cual —la semblanza— se incluye al final del relato (o novela corta), junto a otras ocho, que uno entiende corresponden a los “otros héroes” del título (aunque algunos sean más bien antihéroes o verdaderos villanos).

La cuestión es establecer los linderos de la ficción. Es cierto que Montanelli fue condenado al fusilamiento, y también es cierto que logró evadirse. Declara en esa advertencia que Giovanni Bertone existió realmente, pero los registros sobre su “papel”, el general De la Róvere, al menos en una búsqueda rápida, parecen inexistentes…

La autoficción existe, así como la metaficción. La loca de la casa, de Rosa Montero, y Falke, de Federico Vegas, son buenos ejemplos, respectivamente. La ficción histórica que reescribe un pasado ignorado sin advertencias también existe: Seva, de Luis López Nieves, es un caso curioso que vale la pena conocer. Sin embargo, me intriga saber hasta qué punto Montanelli ha construido su propia versión de la historia, en medio de semblanzas que en su momento debieron ser publicadas como verídicas.

Montanelli nunca ha negado su tendencia a adornar la historia. De hecho, pareciera ser una de sus principales preocupaciones dejar claro de entrada que sin unas cuantas pinceladas ficticias, la historia sería un relato muy plano y aburrido. Y yo estoy de acuerdo, pero hay límites que es mejor tener claros. Cuando uno sabe que algo es ficción, ya no hay más que discutir; sin embargo, cuando hay historia de por medio, no está de más la pesquisa.

Puede que lo que realmente interese es que entre las otras semblanzas que se agregan en esta colección de relatos una de ellas está dedicada al propio Vittorio de Sica. Pero, ¿hasta qué punto está también De Sica adornado por las pinceladas de Montanelli? Eso puede llegar a intrigar cuando uno piensa en el libro como conjunto.


(Don Indro revisando su trabajo, meticuloso escultor)
(Continúa)

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