jueves, 21 de junio de 2012

RESEÑA





COMO EL HILO SIN PERLAS
Viaje al universo poético de Enriqueta Arvelo Larriva (2012)
Alicia Jiménez de Sánchez
Caracas: Fondo Editorial Fundarte


La estatura poética de Enriqueta Arvelo Larriva ya ha sido ampliamente reconocida en el ámbito de las letras nacionales y aceptada por el canon como la primera mujer que asumió la posesión de una voz propia, con la que abonó el camino de la poesía venezolana hacia la modernidad. Son varios los estudios que se han hecho sobre su obra, nunca suficientes, por supuesto, dada la singularidad de su poética, lo que no permitirá nunca agotar la lectura de sus entrañables y profundos poemas.

De lo que sí adolecía el acercamiento a su figura era de los detalles de su vida personal, debido a su permanencia en el pequeño pueblo de Barinitas, hasta bien entrada la madurez, apartada de los círculos literarios de su hora. De manera que sus devotos siempre queríamos saber más sobre una personalidad, de pocas vivencias exteriores, pero siempre a la escucha y al acecho de los misterios del mundo. De ahí que no contemos con una iconografía que nos dé cuenta de su imagen ampliamente, como sí ocurrió con esa otra gran mujer de las letras del país: Teresa de la Parra. Tampoco su amplio epistolario, tan ponderado por Mariano Picón Salas o Udón Pérez,  sobrevivió al desinterés de quienes la rodearon, salvo algunas excepciones.

Todo lo dicho contribuye a subrayar la importancia del libro de Alicia Jiménez de Sánchez, mención especial del II Premio Nacional de Literatura Stefanía Mosca, Mención Ensayo, 2012. La autora,  nacida en Uracoa, es barinesa por adopción. Aunque su profesión es la de Ingeniera Civil, es una apasionada de la literatura y una creadora, a su vez, dentro de los géneros del cuento y la poseía; además de engrosar las filas de los devotos  “enriquetólogos” que ya vamos siendo legión.

Luego de la lectura, de “un solo tirón”, de este delicioso ensayo, caemos en cuenta de que todavía quedaban muchas cosas por decir y descubrir sobre Enriqueta Arvelo Larriva; y que sólo la labor detectivesca de Jiménez nos permite conocer hoy. Dividido en nueve apartes, el libro combina el detalle biográfico, el comentario de textos, las puntualizaciones geográficas o históricas,  junto al despliegue literario de la autora, quien no se cohíbe de expresar impresiones o acuñar imágenes propias. Se trata de esa escritura “a lo que salga”, según definía don Miguel de Unamuno al ensayo, refiriéndose  a la libertad expresiva que hace sentir al escritor a sus anchas dentro de este género.

Es así como la autora nos inicia presentándonos a la verde Barinitas, de patios enormes y frondosos jardines que aún hoy la caracterizan. Esa misma Barinitas antes conocida como la Mesa de Moromoy. Se trata de un necesario introito si tenemos en cuenta lo mucho que este paisaje significó para la poesía de Enriqueta. Seguidamente se nos habla de ese estigma que marcó a nuestra querida poeta: era fea y además solterona. Su único amor no le cumplió la palabra empeñada en posible matrimonio; abandono cruel pero que le permitió dedicarse  plenamente a su verdadera vocación: la Poesía.

Junto a estos datos se suceden las revelaciones, algunas muy curiosas y gratas ya que nos aproximan a esa presencia viva de Enriqueta, alimentando aún más el mito que bordea su figura. Es así como nos sorprende saber de su afición por el beisbol, era magallanera. Además, Jiménez nos la presenta como una mujer alegre y buena conversadora, con muchos amigos, varios de ellos epistolares. Esto contradice esa imagen de mujer tímida, calladita y temblorosa que nos han ofrecido algunos autores.

Otros datos corrigen errores como la afirmación de que ella se carteó con Gabriela Mistral, cuando no se ha encontrado la menor evidencia de ello o el desmentido de un suceso varias veces relatado: que su casa en Barinitas fue quemada por opositores políticos en 1946, cuando en verdad el incendió se debió a una chispa en la cocina. Aunque quizás lo más estremecedor de todas estas revelaciones obtenidas por Alicia Jiménez durante sus entrevistas y acuciosa pesquisa fue el entender que la familia no la valoró como poeta, sólo como prosista, como colaboradora de varias publicaciones periódicas de su tiempo. Para sus parientes el gran poeta era el hermano, Alfredo Arvelo Larriva, lo de ella eran “las cosas de Enriqueta”. Sólo su primo Alberto Arvelo Torrealba supo valorarla como poeta. Ironías de la vida, hoy la obra verdaderamente trascendente es la de la humilde Enriqueta

Sabemos también que tuvo inquietudes políticas, estaba al tanto de todo lo que ocurría en su país y en el  mundo. Su preocupación social estuvo siempre presente y llegó a interesarse incluso por la competencia electoral: “ya no les tengo lástima a los luchadores democráticos porque en la lucha se goza quizás más que en el triunfo” (p.65). Es esta una frase con la que demuestra su temple y disposición para la participación ciudadana, así como para dar un ejemplo de compromiso a las mujeres más jóvenes.

El último gran acierto de este libro que quiero anotar aquí es la inclusión del hallazgo de un poema, hasta ahora inédito y que fue encontrado por intermediación de la ensayista en la Biblioteca de la Universidad Stony Brook, de Nueva York. El mismo estaba en el archivo del poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade. Me permito transcribir la estrofa final ya que denota, una vez más, lo enraizada que la poesía de la Arvelo estaba en el sentir humano y lo mucho que la ofrendó a sus semejantes:

Estoy sintiendo ahora el corazón del  mundo
¡Oh signo, oh emoción, oh facultad preciosa!
Vibrar a tono, hermanos, con el terrible instante,
Hasta en las cercanías de mi corriente sueño (p.75)

Y si para Orlando Araujo el color de la poesía de Enriqueta era el azul y el rosado o el rojo para Luis Alberto Angulo o el blanco para Alicia Jiménez (p.116), finalizo diciendo que para mí los versos de Enriqueta son verdes como Barinitas, como la esperanza, como el retoñar  de los plantas bajo el sol, como el olor del pasto después de la lluvia, como la voz y la presencia viva de nuestra poeta inmortal.

[La presente reseña forma parte del número 18 de nuestra revista Contexto, correspondiente al año 2012, que actualmente se encuentra en preparación]

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