miércoles, 26 de febrero de 2014

LA RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE, de Rosa Montero


Rosa Montero y Marie Curie: una relación de espejo

La vocación literaria de Rosa Montero es palpable si consideramos el número de libros publicados y los premios recibidos en lo que lleva de vida. Periodista reconocida, tiene su sitial bien ganado dentro de la literatura española de ficción, dado que ha publicado unas diez novelas, un libro de relatos, una serie de cuentos para niños, entre muchos otros textos. Debo confesar que la Rosa Montero novelista no me ha terminado de convencer y eso que tiene en su haber novelas tan renombradas como Te trataré como a  una reina (1983) y Bella y oscura (1993).  Prefiero a la Rosa Montero periodista, pues sus crónicas, ácidas muchas de ellas y acertadamente críticas, me cautivaban cada vez que podía leerlas en el diario El País de Madrid, así como las publicadas en un libro de bolsillo que alguna vez cayó en  mis manos.
Dicho lo anterior tengo que salvar de mi desapego hacia sus novelas a La loca de la casa (2003), dos veces premiada, quizá por lo que tiene de autoficción, lo que la conecta con la realidad y la vida de la autora, aunque sea tras los velos de la imaginación. Pero no es a esta obra a la que quiero referirme aquí —lo haré en otra ocasión— sino a su, hasta ahora, última publicación: La ridícula idea de no volver a verte (2013). Se trata de un libro realmente delicioso que me ha atrapado desde la primera página, obligándome a leerlo de un tirón. La autora ha declarado en entrevistas televisadas que es un libro escrito así mismo, de un tirón, disfrutándolo de principio a fin, lo que no solía sucederle con otras obras, que siempre la habían sometido a tener que “aguantar las tediosas larguísimas sentadas que ese trabajo implica”.

Ante tal declaración la primera pregunta que se nos viene a la mente es por qué fue tan fluida y diferente la escritura de este libro. La autora, al hablar del mismo, lo considera inclasificable desde el punto de vista del género al que pertenece, pues mezcla la biografía de Marie Curie con la vida de la escritora, con sus reflexiones sobre la existencia, el amor, la muerte, el papel de las mujeres en la sociedad a lo largo  de la historia, entre otros variados tópicos.  Junto a todo esto se incluyen fotografías acertada o maliciosamente comentadas por Montero, las cuales le conceden ese toque especial de verosimilitud que tanto sacia el morbo de lectores que, como yo, nos encanta asomarnos a la vidas ajenas o, mejor dicho, a las de seres excepcionales como esa extraordinaria mujer que fue Marie Curie y, en la escala que le corresponde, como la propia Rosa Montero.    

Vale decir, que se trata de una bio/autobiografía, mezclada con el ensayo, muchas veces filosófico, por lo que tiene de reflexión sobre la vida, la muerte y el amor, como ya he comentado. Digo esto (aunque la autora rechace expresamente el contenido autobiográfico de sus obras) debido a ese prejuicio de muchos escritores que los impulsa a desvalorizar los libros de memorias, o por lo menos a no reconocerlos como tales. Compuesto por dieciséis apartes o breves capítulos, una página de agradecimientos y un índice de hashtags, culmina incluyendo el breve diario que Marie Curie escribió durante doce meses para drenar el dolor por la muerte de Pierre, su marido, quien fue arrollado por un coche de caballos cuando apenas contaba cuarenta y siete años. Es decir, un libro de doble valor, un notable dos por uno.

Y es ese diario el responsable de que La ridícula idea de no volver a verte se haya escrito. Seix Barral le pide a Rosa que escriba un prólogo para una futura edición del mencionado diario. Es así como la escritora queda subyugada por el personaje y decide “contar su historia a mi manera”, “usar su vida como vara de medir para entender la mía”. Y así comienza esa relación de espejo que en su decurso nos va maravillando con la narración de la excepcional vida de Madame Curie y, a su vez, con el duelo de Rosa quien había perdido al que fuera su compañero durante veintiún años por un cáncer implacable, así como con el notable conocimiento que ella demuestra sobre la vida y el ser humano. Es un libro sobre la muerte, sobre el duelo, sí, pero también sobre el heroísmo de vivir con una vocación por el conocimiento, por el saber, por la investigación, por el afán desinteresado de dejar un legado a la humanidad y, claro está, por la pasión de la escritura.

Desde las primeras páginas Marie nos es mostrada como seguramente fue: “un personaje anómalo y romántico que parece más grande que la vida”. “Una mujer nueva. Una guerrera. Una #Mutante”. Ganó el premio Nobel dos veces, lo que sólo han obtenido otras tres personas. Sus logros fueron alcanzados en tiempos en que a las mujeres les estaban permitidas muy pocas cosas. Hasta 2011, puntualiza Montero, 786 hombres y sólo 44 mujeres han sido distinguidas con el premio, la mayoría con el de la Paz o la Literatura. Y es que las  mujeres científicas han figurado poco y a no pocas les han robado el premio. Entre ellas son mencionadas Lise Meitner (1878-1968), quien participó en el descubrimiento de la fisión nuclear y nunca se le reconoció;  Rosalind Franklin, quien descubrió los fundamentos de la estructura molecular del ADN, a quien un compañero de trabajo le robó sus notas. Cuatro años después de su muerte por cáncer de ovario, probablemente por exposición a los Rayos X, el premio de medicina se le concedió a tres científicos entre los que se hallaba el que la robó; Jocelyn Bell, que descubrió los púlsares y no se le reconoció pues el Nobel de 1974 se lo dieron a su supervisor; y  Henrietta Swan Leavitt, brillante e ignorada astrónoma.  Montero incluye una cita del libro Por amor a la física, de Walter Lewin, quien concluye al respecto: “Este tipo de cosas ha pasado tan a menudo en la historia de la ciencia que el hecho de minimizar el talento, la inteligencia y la contribución de la mujeres científicas debería considerarse un error sistémico”.   

Así que Marie Curie fue la primera mujer en recibir el Nobel y la única en recibir dos,  la primera en licenciarse en Ciencias en La Sorbona, en doctorarse en Ciencias en Francia, en tener una cátedra…”Una pionera absoluta”. También la primera en ser enterrada por sus méritos en el Panteón de los Hombres Ilustres de París. Aunque, comenta Montero con ironía, todavía sigue llamándose Panteón de los Hombres Ilustres, lo que le demuestra que las desigualdades no han sido superadas del todo en la sociedad actual. Estos análisis acerca del lugar de las mujeres en la sociedad, acerca de las relaciones afectivas y de la forma de amar diferente de hombres y mujeres, entre otros temas,  son realizados desde la perspectiva de género.

Es este otro de los aciertos del libro, una tribuna de denuncia de lo padecido por las mujeres en el pasado, y que se extiende al presente aunque cueste creerlo. Todo ello a propósito de la vida de Madame Curie, del cúmulo de dificultades que pasó para poder estudiar, para ganarse el respeto como investigadora en un mundo de hombres, para ganar una cátedra en la Universidad, hasta para volver a amar luego de enviudar. Una guerrera en todos los frentes, de un carácter tenaz y apasionado, aunque frío en apariencia. Se trata, entonces, de una exposición en contrapunteo, una relación espejeante con la propia vida de Montero, pues ella también  tuvo que luchar en su juventud para ser respetada como individuo pensante, y, como Curie, padeció un triste duelo por la muerte prematura de Pablo, su esposo.

Un detalle a destacar es la presencia expresa del narratario en la enunciación del discurso. La autora se dirige con frecuencia a los lectores, con la confianza de una conversación. Aunque  se dirige a un tú o a un ustedes sin discriminar con respecto al  sexo de su destinatario, se me antoja que es un discurso que pareciera estar comprometido mayormente con la mujer, como si el espejo de papel y tinta también reflejara a quien se asoma a estas páginas. La identificación de la lectora con lo que se narra parece ser objetivo consciente de la escritora, quizá por eso nos resulta un libro tan delicioso, tan conmovedor.

Y, para cerrar con broche de oro, valga el lugar común, un breve comentario sobre las páginas finales del libro, constituidas por el brevísimo diario que Marie escribió luego de la trágica muerte de Pierre Curie, de una de cuyas frases proviene el título del mismo. Dirigido a su amado esposo, como si de una carta se tratase, esta notable  mujer, tan estoica, tan seria y adusta, según la vemos en sus fotografías, demuestra su verdadera naturaleza intensa y amante. Sin pudor alguno deja salir todo su dolor por la pérdida de ese gran amor, de ese ser humano tan especial que fue su marido. Resultan unas páginas altamente emotivas, toda una lección sobre lo que significa la inmensidad de la soledad y el vacío luego de la pérdida de un ser querido, así como de la lucha valiente de la que ha padecido tal pérdida, quien a pesar del desaliento y la desesperación no desestima la posibilidad de recuperar las ganas de vivir.

De modo que no encuentro mejor manera de culminar estas notas que recomendar la lectura de este libro, ya que nos revive la vida ejemplar de una mujer cuyo amor a la ciencia, así como al compromiso de dejar un legado a la humanidad, la llevó hasta el sacrificio. No olvidemos que murió prematuramente contaminada por las radiaciones a las que  sus investigaciones la expusieron. Y, junto a ello, es necesario destacarlo, no son menos interesantes los comentarios acertados, sabios y no menos conmovedores de esa dotada escritora como lo es Rosa Montero.   

Rosa Montero (2013). La ridícula idea de no volver a verte. Barcelona: Seix Barral, p.237.

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