Próximamente se
celebrará en Caracas (¡Ay, Caracas!! San Cristóbal no existe para estos
eventos...) un tributo a los Beatles. Se conmemoran cincuenta años de la
llegada de los cuatro chicos de Liverpool a Nueva York para actuar en el show
de Ed Sullivan. Fue una presentación de
antología que alcanzó setenta y tres millones de espectadores, marcando con
ello la “invasión del rock británico a los Estados Unidos”, y la fama del grupo
que devino en leyenda. Son muchas las bandas seguidoras de los Beatles en el
mundo. Suelen hacer periódicos encuentros y dar conciertos para disfrute de sus
fans. Tuve la fortuna de asistir al
concierto que en noviembre de 2011 ofreció el grupo mexicano Morsa, uno de los mejores en el mundo
que mantienen viva la Beatlemanía, en Guadalajara. Fue toda una cita con la
nostalgia y la memoria de tantos temas entrañables. Los chicos, vestidos con
los multicolores trajes del Sargento Pimienta, dieron vida a los inmortales
Jhon Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.
De modo que me preparo con
entusiasmo beatlemaníaco para asistir
al revival de la presentación del 9
de febrero de 1964, en el show de Ed Sullivan, por parte del grupo venezolano Beat3. En esta ocasión interpretarán las canciones que los Beatles
tocaron en esa oportunidad, usando un vestuario similar, al igual que el
escenario de la presentación. Leo sobre estos chicos, de los cuales no tenía
idea de su existencia, que “es la
primera y única banda venezolana invitada a grabar en el legendario estudio Nº
2 (oficial de The Beatles) en “Abbey Road”, en Londres, luego de sus cuatro
años de éxitos (1999, 2000, 2001 y 2006) en el “International Beatles Week
Festival” de Liverpool, ciudad natal de The Beatles, donde estos músicos
venezolanos realizaron un total de 35 conciertos, incluyendo 15 presentaciones
en el famoso “Cavern Club”, donde The Beatles saltó a la fama, siendo los Beat3 homenajeados por el Alcalde de la
ciudad y nombrados Embajadores de la Cultura Liverpool 2008”. ¡Vaya, de lo que viene
una a enterarse a estas alturas!!! ¿Será porque de Venezuela solo trasciende lo
malo a la luz pública? ¿Porque una inmensa mayoría sólo se dedica a hablar
pestes del país, tanto dentro como fuera (lo que es como pegarle a la mamá) del mismo?
Bien… Me pregunto si
estos tributos sólo se dan en el mundo de la música y el espectáculo. La
reciente y muy sentida desaparición física del tan nuestro Gabriel García
Márquez tuvo un impacto mundial. La televisión española, por ejemplo, dedicó
por más de una semana variados micros para recordar al entrañable escritor que
tanto tuvo que ver con el hispanismo y la gloria de las letras españolas. Los
principales diarios dedicaron páginas enteras a la memoria y exaltación de la
vida y obra del gran escritor por parte de autores de renombre. Almudena
Grandes, Alessandro Baricco, Javier Marías, entre muchos otros, publicaron su
reconocimiento a la estatura del gran hombre de letras que acababa de
desaparecer de este plano terrenal.
Felix de Azúa, por su
parte, recuerda en un artículo publicado en El
País cuando, siendo muy joven, conoció al Gabo, quien aún no era el famoso
escritor, porque todavía era “feliz e indocumentado”. Años después, cuenta de Azúa, coincidió con el ya reconocido
escritor en una reunión en casa de su editora. En medio de la tertulia, uno de
los invitados comenzó a recitar el famoso poema
anónimo Soneto a Cristo
crucificado, García Márquez se unió a su contertulio y “lo dijeron a
capella”. La conversación continuó, pero Gabo la interrumpió para recitarlo una y otra vez hasta unas 10 o 12
veces, paladeando las palabras, lentamente, cerrando los ojos. Tal
acontecimiento se lo explica de Azúa de
esta manera: “Aunque yo diría (no lo sé, por supuesto) que García Márquez no
tenía creencias religiosas, aquel soneto, como cualquier obra maestra del
lenguaje, le permitía participar de toda la esperanza, de todo el consuelo que
suele aportar una religión. La perfección de la palabra escrita con arte, el
resplandor de la verdad que lleva consigo, bastan para entender que el sentido
de nuestras vidas es exactamente aquel que nosotros le damos, el que alcanzamos
a cristalizar en algunos momentos excepcionales”.
Dicho esto me atrevo a
proponer, ¡ah, jóvenes, tesoros de la buena memoria!, como primer tributo a nuestro querido Gabo,
aprendernos y recitar el precioso soneto en cuestión. Es verdad que no es
necesario ser creyente para apreciarlo. Soy católica, pero de poca fe,
practicante a veces, sobre todo ahora en esta etapa otoñal de mi existencia.
Sin embargo, la historia de Cristo, un martirio que demuestra la increíble
crueldad de la que es capaz el ser humano, siempre me ha conmovido, pues es
para los creyentes el sacrificio de un Dios para redimir a la humanidad (por
demás irredimible, a mi entender), pero también, para el no creyente, la
constatación de la maldad, el ensañamiento y la muerte para con el inocente,
monstruosos hechos que ocurren a diario en este mundo tantas veces cruel.
Transcribo el soneto con
deleite para el lector aplicado:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muévenme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
¡Cuánto desinterés en el amar pregonó el inspirado autor
anónimo, el Amor con mayúscula, suprema utopía… ¡
Y es que recién me doy cuenta que toparse con García Márquez
no es inusual, ha estado siempre presente ante nuestra vista, en nuestras
vidas, en los anaqueles de bibliotecas y librerías, en los programas de
Castellano y Literatura de liceos y universidades, en fotos y afiches, y hasta
en las llamadas “guarimbas” que tanto nos han incordiado la vida últimamente. Supe
que algunos cretinos, a raíz de su fallecimiento, quemaron ejemplares de Cien años de soledad; no sé si sacrilegio o estupidez, o ambos dos…
Para citar algo más simpático, les cuento que en La Librería del Centro, de la calle Galileo 52 de Madrid, librería
especializada en libros hispanoamericanos, se encuentra un pequeño museo del
escritor. La intención no es fetichista. La idea es ofrecer al amante de los
libros y la literatura un contacto
visual y sentimental con objetos personales que hablan de la individualidad y/o
cotidianidad de apreciados escritores españoles y latinoamericanos. Es
cautivante ver una boina de Ernesto Cardenal o los lentes de pasta negra que
tanto identificaban a Onetti, papeles que pertenecieron a García Márquez o un
bolígrafo de María Mercedes Carranza. La nota garciamarquiana se recibe de
entrada porque, apenas empujas la puerta de cristal y suena la campanilla que
anuncia al visitante, te sale al encuentro un perrillo “atorrante” (cómo no recordar
a Benedetti al momento) ladrando desaforado hasta que el dependiente lo llama a
la calma. ¿Que cómo se llama el susodicho? Gabo, ¿qué otro nombre podía tener?
Gabo omnipresente, Gabo eterno…
Me preguntaba arriba si las letras convocan tributos al
igual que la música, pues me parece que no otra cosa se ha hecho con Cervantes
y su Quijote. El Círculo de Bellas Artes de Madrid, solía hacer lecturas de El Ingenioso hidalgo… sin parar hasta
agotarse el 16 de abril, día del libro y del idioma castellano. Digo solía
porque no sé si tan loable iniciativa ha permanecido en el tiempo, pues ahora
los españoles cada vez que se menciona alguna cosa que ya no está dicen: “tú
sabes…la crisis…” Ojalá que la crisis no haya acabado con estas memorables
lecturas. En nuestra Universidad de los Andes, en el Táchira, la cátedra de Literatura Española organizó
con éxito, gracias a sus entusiastas alumnos, lecturas continuas de El Quijote durante el día del idioma.
Entonces, valga otro tributo al Gabo, la lectura continua de Cien años de soledad, durante la
celebración del próximo día del idioma o en las aulas de clase de liceos y
universidades o en tertulias de clubes, peñas, etc. Sin duda sus participantes
disfrutarán de una obra diferente a la que ya seguro han leído. Esa lectura en
colectivo, oyendo la voz de otros, sus pausas, risas, énfasis y silencios,
otorgan una riqueza insospechada al texto. Lo comprobé durante el evento que
mencioné en honor de El
Quijote, celebrado en el salón de Usos Múltiples de la ULA.
Otra propuesta: el maestro Domingo Miliani nos pedía en
clase que enseñáramos “latinoamericanidad” a nuestros alumnos. ¿Qué mejor
manera habrá de hacerlo que enseñándoles “garciamarqueanidad”? Otra
recomendación didáctica es la de desarrollar la memoria aprendiendo poemas y el
inicio de las grandes obras de la literatura universal. Así que aquí va el
desafío: ¿Desocupado lector, eres capaz de identificar a cuál de las obras de
García Márquez pertenecen los siguientes inicios de sus obras y aprendértelos
en consecuencia?:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre le llevó a conocer el hielo”.
“Era inevitable: el olor de las almendras amargas siempre le
recordaba el destino de los amores contrariados”.
“El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había
más de una cucharadita. Retiro la olla del fogón, vertió la mitad del agua en
el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla
hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café
revueltas con óxido de la lata”.
“De pronto,
como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo
llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca
revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los
otros pueblos; rastrojos de una guerra civil”.
“Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la
casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventana
y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada
del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna
brisa de muerto grande y de podrida grandeza”.
“El año de mis noventa años quise regalarme una noche de
amor loco con una
adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa
clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad
disponible”.
“Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa. Había llegado de
Barranquilla esa mañana desde el pueblo distante donde vivía la familia y no
tenía la menor idea de cómo encontrarme”.
“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la
mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que
atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un
instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió completo salpicado
de cagada de pájaros”.
“Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento
de su desgracia”.
Paro aquí esperando que tú, ahora ocupado lector, continúes
el juego memorioso en clase, en facebook, en charlas con amigos, donde quieras…
No sé si se hace
necesario cerrar este tributo a García Márquez explicando el por qué comencé
estas notas hablando de los Beatles. Qué tendrán que ver unos rockeros con el
notable escritor, me imaginé que se preguntaría algún hipotético lector. Pues googleando para salir de la interrogante
que yo misma me planteaba, me encontré con el artículo que el Gabo escribió a
raíz del asesinato de Jhon Lennon en Nueva York, el 8 de diciembre de 1980. La
conmoción mundial que tan absurda muerte provocó fue considerada por el
escritor como la apoteosis de los que nunca ganan, como “la victoria mundial de
la poesía”. En mundo donde sólo cuentan los vencedores, los que pegan más
fuerte, los que sacan más votos, los que meten más goles, los hombre más ricos
o las mujeres más bellas, el mundo llora a alguien que “sólo le escribió al
amor”. Para García Márquez los fanáticos de los Beatles no tienen edad predeterminada,
porque “la única nostalgia que uno tiene
con sus hijos son las canciones de los Beatles”.