miércoles, 26 de mayo de 2010

RESEÑA


LA EXPERIENCIA POÉTICA DE HANNI OSSOTT.
Alexandra Alba (2010).
San Cristóbal:
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES-TÁCHIRA-FUNDALITTA-GILAC


La memoria, el cuerpo, la noche, el intimismo, la fragilidad del ser se constituyen en los núcleos temáticos privilegiados por muchos/as poetas, sobre todo en las últimas décadas en las que el desarraigo y la incongruencia de la sociedad nos sacude, nos aqueja. Estas mismas temáticas son magistralmente abordadas en el libro La experiencia poética de Hanni Ossott, ensayo crítico escrito por Alexandra Alba(1), como parte de la colección Biblioteca de Autores Venezolanos(2), la cual en su segunda entrega nos regala un viaje controversial hacia el mundo poético de Ossott, una de las poetas venezolanas reconocidas por críticos de la talla de Julio Miranda como muestra invaluable del sentir del hombre y la mujer modernos.

Alexandra, a lo largo de sus 117 páginas, nos canta el lirismo de Hanni, su voz. A través de su prosa poética, nos traslada al fragoroso mundo interior de la poeta, mundo en el que el intimismo —esa creación poética que nace desde su interior— se hace tangible reflejando su cosmos, el cosmos; en el que lo íntimo se hace universal, se hace de todos. Su poesía parte de la incertidumbre de la existencia, del desasosiego, de lo incierto, de lo que es y no será.

El libro consta de cuatro partes, las cuales recogen desde datos históricos y biográficos hasta el abordaje de temas que son núcleos esenciales para comprender la obra poética de Hanni. El primer capítulo titulado “Cuadro cronológico” permite ubicar a la autora en momento preciso de la historia venezolana, además de que nos presenta un esbozo diacrónico de su vida y obra con relación a los acontecimientos culturales y políticos más resaltantes de su época.

La segunda parte lleva por nombre “Hanni Ossott y la poesía, una pasión paciente”. En este apartado, Alexandra, nos remite al quehacer poético de Hanni, a su inextricable palabra poética, señalando que su poesía va intrínsecamente relacionada con su ser, con su interior, con su desequilibrio; de manera que el mismo se conforma de una tríada inescrutable: la espera, la presencia y la aparición del poema, y ésta última “viene a ser como una ola repentina que azota y subyuga, sin anunciarse se manifiesta y se revela a quien con atención escucha” (Alba, 2010:20).

El éxtasis poético, ese clímax anhelado por el/la poeta requiere de una espera y de un florecer, por ello, cuando la palabra poética llega, cuando explotan las palabras, ese ser que evoca se transforma en un ser sublime, se encuentra a sí mismo, se revela. Al respecto nos dice Alexandra que: “la figura del poeta parece derribada de su torre de marfil para ser situada en la sombra de la fragilidad y la inestabilidad, ya el poeta no es un privilegiado de los dioses, alejado del resto de los individuos, el poeta es una figura que carga sobre sí la necesidad de nombrar y revelar la otredad” (2010:23).

De igual forma, la autora nos muestra los matices de los cuales parten la poética de Ossott al señalar que nacen de un acto de “humildad” y de “introspección” desde lo femenino, pues las revelaciones íntimas de su ser femenino se hacen notorias como un acicate necesario para la redefinición de su “yo” presente.

Por otra parte, Alexandra nos invita a seguir un recorrido de la poética de Hanni ubicándola bajo dos temáticas esenciales: la primera que abarca todas sus producciones desde la década de los 70 con su primer libro publicado Espacios para decir lo mismo (1974) hasta su primera producción de los años 80, iniciada con Espacios de ausencia y de luz (1982), ciclos que pretenden la búsqueda de su ser a partir de la creación poética, un momento de creación más hermética, cargada de una mirada filosófica que busca —sin recurrir a lo cotidiano y corporal— un encuentro con su ser.

La segunda etapa de su poética se inicia en 1983 con Hasta que llegue el día y huyan las sombras escrito en Londres, espacio en el cual abandona la temática filosófica para adentrarse en lo que Alexandra llama: “una poesía que se escribe completamente desde el cuerpo y desde lo que a éste le incumbe: la casa, los objetos, el tiempo pasado y la naturaleza, sin dejar de lado la constante preocupación existencial” (2010:29).

La autora nos presenta en este ciclo una imagen de Hanni más cercana a los sinsabores tangibles del individuo, pues a partir de su propia experiencia, de su intimismo, logra redimensionar los padecimientos existenciales del ser humano, en especial con su poemario El reino donde la noche se abre (1988), pues a partir de la revelación de la palabra poética, aunado a referencias que parten de lo corporal, lo nocturno, lo incierto y la memoria devela el espacio interno de su yo, que es el yo de todos: frágil, desconcertado y perdido en los vericuetos de lo mundano.

En una tercera parte, titulada “Éxtasis en el reino de la noche oscura”, la autora nos conmina a observar el acto poético de Hanni como una comunión mística, donde la ausencia de Dios es palpable, pero que aún así mantiene su carácter sacralizador, que nace desde el interior de la poeta como una fuerza que la despoja y, a su vez, la anula. Al respecto afirma la autora que “de allí que la obra de Hanni Ossott se enmarque dentro de una poesía de búsqueda que oscila entre lo sagrado y lo corporal, donde la revelación se libera de un fin moral” (2010:45).

Por otro lado, dedica varias páginas al estudio de su poemario El reino donde la noche se abre (1987) al cual ubica como una obra relevante dentro de las letras venezolanas dada su “materialización” de la palabra poética. Lo femenino se concretiza gracias a las alusiones corpóreas que enmarcan este tema, pues el cuerpo, la casa, la identidad, aunado a la resolución de conflictos existenciales, se conciben como las temáticas privilegiadas de este poemario. La autora nos revela cómo Ossott logra hacer de la palabra poética un mecanismo de develamiento del “yo” sumido en las iniquidades comunes del sujeto moderno, pues a partir de su experiencia íntima, de la común experiencia femenina, lo que afecta a unos es la misma afectación universal. El dolor, las quejas, los estados de sublimidad son de todos.

También nos muestra Alexandra cómo este poemario está colmado de alusiones dionisíacas en la que la experiencia íntima se embriaga de los poderes que la noche sobrelleva hasta alcanzar el quehacer místico, en especial en el poema “Del país de la pena”, el cual —según la misma Hanni— fue escrito a lo largo de una sola noche, bajo intervalos frecuentes, en un ir y venir en el que su espíritu borboteaba en un estado de incertidumbre sin nombre, de una identidad resquebrajada, en el que la memoria se diluye, vaga y a su vez se compacta. Alexandra cita a Hanni para afirmar lo anterior:

¿Quién soy yo?

Quiero ir a la playa, quiero ver el mar

quiero ver la tierra estremecida por el amor del mar

adoraré la belleza, los esplendores

La ciudad me obliga a trabajar

y yo mientras tanto suspiro

suspiro (1987:51).


De igual manera, son harto notorias las alusiones a los espacios, en particular a la casa con sus objetos en el poema “La casa, ese depósito de ángeles”. Aquí nos dice Alexandra que la poeta aborda estos elementos a partir de la memoria como un depósito de vivencias y, la casa, por ende, se convierte en el objeto responsable, en el santuario de los recuerdos que conforman y dirigen el “yo” presente. Por otra parte, lo femenino también es reflejado por la poeta gracias al poema “Notas sobre un vestido de amor” en el que el “vestido” sirve como metáfora del cuerpo, un cuerpo en el que lo erótico hace gala, pero un erotismo sutil, embriagado de sublimidad, que a su vez se desprende y configura el “yo” femenino.


Nos obsequia, por tanto, Alexandra, todo un testimonio crítico de la palabra poética de Hanni, una lectura ensoñadora de lo que nos abruma a todos, nos refleja cómo a través de su poesía nos encontramos con nosotros mismos, nos desconocemos, nos extrañamos. Nos muestra cómo Hanni, a través del extrañamiento, de lo misterioso y de lo místico cabe la posibilidad de hacer posible lo imposible como una válvula evasiva que nos cobija con la ilusión del vivir, de tolerar la iniquidad del presente.


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(1) Alexandra Alba es Licenciada en Educación mención Castellano y Literatura y Magíster en Literatura Latinoamericana y del Caribe de la ULA-Táchira. Ha contribuido con publicaciones en revistas especializadas en estudios literarios. De igual forma, muchos de sus cuentos y poemas aparecen en antologías y publicaciones de la región. Forma parte del Grupo de Investigación en Literatura Latinoamericana y del Caribe (GILAC).

(2) Esta colección tiene como finalidad difundir la vida y obra de autores venezolanos hacia el público en general. Es auspiciada por la Universidad de los Andes-Táchira, FUNDALITTA y GILAC.

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