miércoles, 16 de junio de 2010

DE CARACAS, POETICAS Y POETAS


Estuve dando unas vueltas por Caracas recientemente y creo que logré reconciliarme con ella, sus librerías siempre seducen, a pesar de los precios y de que muchas veces no consigas lo que buscas, aunque salgas con unos cuantos libritos y la tarjeta de crédito desequilibrando el presupuesto del mes. Me pregunto si no he sido demasiado injusta con esta ciudad, la de mi juventud, la de mis primeros estudios universitarios, la de varios de mis amigos de toda la vida.

Desplazándome en carro por Altamira, La Florida, Las Palmas, fue reconfortante disfrutar de los árboles que bordean las avenidas, espléndidos en su verdor tropical, y de los magníficos edificios ante los cuales una se cansa de pasar sin apreciarlos. ¡Quien pudiera pasear por esta ciudad acompañada de Federico Vegas como cicerone para valorar de verdad tanto patrimonio descuidado!le comenté a un amigo que estaba tan impresionado como yo.

También debo reconocer que hay una oferta cultural de apreciar, nada comparable con otras capitales del mundo, claro está, pero estimable para unos gochos que desde la calma y buena vida de la provincia extrañan una “movida culturosa” más intensa y variada. Puede decirse que hay dos opciones: la más popular, con las exposiciones, el cine, los conciertos y demás espectáculos gratuitos, o a bajos precios, del Teresa Carreño, el Celarg y el Centro Cultural La Estancia; y la más “sofisticada”, para denominarla de alguna manera, del Este de la ciudad, del Trasnocho, Corp Banca, etc. Todo esto me parece muy bueno, hay gente, público y gusto para todo, como debe ser.

De modo que no me queda más remedio que reconocer que en lugar de hablar de Caracas, la horrible (me dicen que ya Orlando Araujo lo hizo cuando escribió “De Caracas la gentil a Caracas la horrible”. ¡Cuánta razón tuviste Salomón: “no hay nada nuevo bajo el sol”!) debería decir, más bien, Caracas “la mal querida”, tal cual el título de una de las películas de la inolvidable María Felix. Sí, es una bonita ciudad, al menos ciertos sectores, pero descuidada, desvencijada, malquerida. ¡Caracas: TODO LO QUE NECESITAS ES AMOR!!!! (Conste que no estoy haciendo un chiste).

El tema que me ocupa hoy es el encuentro con un libro de Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco, 1931), mientras hurgaba entre los anaqueles de la Librería del Sur en el Celarg. Calzadilla ha sido reconocido como pintor, es Premio Nacional de Artes Plásticas 1997, y como poeta, por lo que fue homenajeado en el Festival Mundial de la Poesía del 2009 como uno de los poetas más destacados de la vanguardia venezolana.

La obra en cuestión se titula Libro de poéticas, publicado en el 2006, con una primera reimpresión del 2009. Lo compré por varias razones, el precio es la más elemental: 2 bolívares. ¿Se estará apreciando en Venezuela, lo suficiente digo, entre tantas quejas y terrores apocalípticos, esta maravilla editorial que nos proporciona libros tan asequibles para todos, a pesar de sus defecticos y fallitas? (Otra aclaratoria: conste que no soy chavista, hay que ser justos y reconocer los aciertos).

La segunda razón: lo compré para mi papá, poeta devoto y estudioso de las Poéticas clásicas; y la última por la que escribo esto: porque no puedo dejar de ser lo que he sido en los últimos años, una profesora de literatura. Confieso que no soy una gran lectora de poesía, es verdad que tengo mis poetas de culto, José Antonio Ramos Sucre, Antonio Machado, Kavafis, pero rara vez me he atrevido a hacer crítica sobre poesía, salvo lo escrito sobre mis queridas Enriqueta Arvelo Larriva y Luisa del Valle Silva. Será porque como dice el mismo Calzadilla “La explicación del poema acaba con el poema. A menos que la explicación sea el poema mismo”. Sólo espero que mi devoción por ellas las obligue a perdonarme desde el más allá donde se encuentran.

Sucede que siento hacia la poesía una especie de respeto reverencial, la poesía es tan elocuente y a la vez tan misteriosa que me es muy difícil hablar de poemas y poetas. Creo que el poema resuena por sí mismo en el alma y la sensibilidad del lector sin necesidad de intermediarios. Prueba de ello es lo raro que resulta un buen texto crítico sobre poesía, la mayoría de ellos terminan en una suerte de poesía en segundo grado, cuando no en un “ladrillo” difícil de digerir.

Reflexionando sobre todo esto a propósito del libro que comento concluyo que sólo los poetas son los más indicados para hablar de su oficio y su resultado: la poesía de verdad verdad. Octavio Paz, Josu Landa y el propio Calzadilla, dan prueba de ello. Como profesora me interesé en el libro porque trata de dar una definición de la poesía desde la perspectiva de quien la “ejerce” como vocación y razón de vida, de revelar el rol del poeta y de, en palabras del autor, “desacralizar la poesía (…) como producto artístico cerrado en sí mismo (…) de concebir la poesía como un proceso abierto y no como un fin”.

A lo largo de mi desempeño docente se me ha acercado una que otra vez algún joven alumno para que lea sus poemas y les dé una opinión. ¡En mi vida me he visto en tal aprieto! sin que se me haya aparecido el malévolo Violante, sino un o una joven esperanzad@ en conseguir el dictamen del especialista (en este caso yo), que les de la seguridad para lanzarse a la palestra pública gracias a la posible edición de un libro, un recital o concurso literario. ¡Ah, la ingenua juventud, ese divino tesoro durante el cual gastamos tanta energía queriendo ser únicos, originales, fuera de serie! No dejo de sonreír con cariño para mis adentros cada vez que leo lo que mis amigos más jóvenes escriben en Facebook, esas frases tan retóricas y rebuscadas con las que buscan notoriedad, intentando dar mayor colorido a la chata cotidianidad compartida por todos. No hay duda de que escribimos para ser amados por nuestros amigos, lo dijo Garcia Márquez, no somos la excepción.

Después de tanto circunloquio, entro en materia y le cedo la palabra a Calzadilla, con las apostillas que tendré a bien de enumerar:

1. Mi mejor y única recomendación a todo el que se me acerca a pedirme una opinión sobre sus creaciones: ESCRIBE…ESCRIBE, ya lo dijo el poeta:

El poema

Escríbelo. Escríbelo de todos modos. Escríbelo como si finalmente nada hubiera por decir.

Escríbelo. Escríbelo aunque sólo fuera para demostrar que lo que tenías que decir ha elegido en ti al instrumento para decirlo.

2. Si se me pregunta si está bien tal poema, si me gusta, etc, etc. Respondo:

El poema

Que refleje pero que deje ver

Como el cristal, no como la pared

3. Sobre los temas, ¿sobre qué escribo? Es obvio que en poesía no se puede decir cualquier cosa. Dice Calzadilla:

Dictado por el absurdo

Las cosas que más debe ver el poeta son las absurdas. Las cosas corrientes sólo tienen interés práctico. No enseñan a la experiencia; por el contrario la constriñen. El absurdo otorga la libertad que le falta a lo real. Pero el absurdo como tal sólo puede ser descubierto por el poeta. Y esto es lo que lo hace poeta.

4. Sobre el afán de notoriedad, del ansia de publicar sin madurar lo suficiente o recibir premios a toda costa, ¡vaya lección de los griegos!:

Paradoja

Según los griegos, un atleta vale más por lo que puede hacer después de recibir el premio que por lo que se le reconoce con el premio. De modo que lo mismo da que lo haya recibido o no si siempre tendrá que merecerlo.

Comparen esto con la rebatiña actual.

5. ¿Cómo se escribe un poema?

Estamos cogidos a lazo

Búsquese en el poema el sentido, no la forma. El sentido como ebriedad de su impacto, como percepción inmediata de su espíritu; no como envoltura, sino como combinación de shock e intuición: una concentración explosiva.

La constatación viene luego, tal como comprobamos que hemos sobrevivido sólo después de haber oído el disparo.

6. ¿Qué es un poema? Respuesta: un gran poema es un espejo, recuerden al poeta de los Poemas humanos.

Cortados por la misma medida

El lugar donde antes estuvo mi cabeza ahora lo ocupa un espejo. Es ovalado y sirve para que, quien me busca, creyendo verme, se descubra a sí mismo.

Tú que ensayas encontrarme, mírate bien para que puedas llegar a decir: puesto que te he visto, me he visto.

¡Estamos cortados por la misma medida!

7. Sobre el poeta y el riesgo de vivir:

Lo que se puede hacer con la experiencia

Si el narrador no necesita experiencia, es porque puede imaginarla. Esto no sucede con el poeta. El poeta tiene que procurársela en la vida misma, a diario. Así sea matándose. Y dejando para que otros comprueben por él, más adelante, cuando ya esté muerto, que la realidad en el caso del poeta cuenta más que la ficción

Así haya hecho de él mismo un mito

8. Sobre la poesía y la crítica:

Crítica de la poesía

¡Por qué la poesía tiene que ser crítica de la realidad! Ya lo debería ser también de ella misma. Esta sí debería su tarea diaria. Si fuera crítica de sí misma, también lo sería de la realidad. Por una especie de vuelta de tuerca.

9. Sobre el poeta y la realidad (el pasaje que más me gusta)

Casi no se desea que vuelva

“Vuelve mañana, realidad” (F.Pessoa). Este aplazamiento se le pide a diario a la realidad, como si se tratara de un cobrador. Casi se desea que no venga más. Ni mañana ni cualquiera otro día.

Para que no acabe la fiesta

10. Y, para concluir, una última recomendación: la escritura, la poesía, es un esfuerzo constante, comprometido, exige, además, mucha modestia.

Escalera hacia el poema

Cada vez hay más gente bajando las escaleras. Precipitadamente lo hacen en tropel, convencidos de que cuanto más rápido el descenso, más pronto verán el fondo. Los que suben, en cambio, lo hacen parsimoniosamente. No llevan tanta prisa. “Quién sabe si llegaremos”, se preguntan, convencidos de que mientras más lenta la llegada, más intenso el disfrute. Saben que todo ofrecimiento es resistencia.

· Coda para finalizar de verdad. Calzadilla en verso:

Poética

Observa con qué facilidad escribes

sobre pájaros. Pero ¡cuántos has rodeado

amorosamente con el calor de tus manos?

Cuántos han latido realmente

bajo la presión de tus dedos?

¿Acaso los has descrito

sin olvidar detalle como quien

conoce bien a un cuerpo amado?

¿Los has liberado acaso

del peso de las palabras?

Consejos a los jóvenes poetas

No lo digas todo de un golpe.

Dilo poco a poco.

Manda al diablo la versificación y la métrica.

La impostación y la retórica.

Promedia tus necesidades de verbalización

de modo que tu discurso no resulte largo ni torpe.

El poema como el aliento debe ser corto

y las palabras no demasiado enfáticas

para que cuando te sientes a escribir

digas con exactitud todo lo que nunca

has llegado a saber de las cosas.

Y así continúa el libro… Jóvenes deseosos de escribir: acudan a los poetas…son los mejores maestros, lean, lea, lean mucha poesía, embriáguense con ella y, luego… ESCRIBAN

(Calzadilla, Juan (2009). Libro de poéticas. Caracas: Editorial El perro y la rana, pp. 80)




1 comentario:

  1. José Francisco Velásquez Gago5 de junio de 2011, 3:22

    Mi querida Bettina, hasta tú tienes que aclarar que no eres chavista para escribir que no hay nada (sí, nada) mejor para los libros y la cultura que ellos ayudan a edificar y mantener que ofrecerlos a precios asequibles. Espero que en venideras oportunidades no te sientas obligada a usar paréntesis para apuntar aquello que tus lectores deberían discernir por sí mismos. Que éste es un blog de literatura y el escrutinio se impone como condición del pensamiento.
    Un beso y un abrazo.

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