martes, 3 de mayo de 2011

DON QUIJOTE EN EL DÍA DEL LIBRO Y DEL IDIOMA


la literatura enriquece la vida, la hace más comprensiva y llevadera, las obras logradas nos civilizan y humanizan, al alejarnos del bruto que llevamos dentro, ese que fuimos antes de que los buenos libros, las buenas historias, la buena poesía y la buena prosa lo domesticaran y enjaularan.

Mario Vargas Llosa.

Se dice que el Quijote es una parodia de las novelas de caballerías. Bajtin entiende la parodia como la creación de un texto/doble que destrona al héroe principal, se trata de la creación de un mundo al revés como en la sátira, en la cual los valores jerárquicos tradicionales se desacralizan, lo que la asocia a lo cómico carnavalesco. La parodia se produce entonces cuando se realiza la imitación consciente y voluntaria de un texto o de un personaje en forma irónica. Esta conceptualización nos llevaría a entender la parodia como una burla del texto parodiado, casi como una degradación. Sin embargo no es así, porque parodiar un texto sería también homenajearlo, ocuparse de él de manera muy detenida y particular. Prueba de ello es que también se dice del Quijote que fue la última y mejor novela de caballerías, el género que Cervantes pretendía parodiar.

Por eso, para mayor claridad es necesario acudir a la categoría de hipertextualidad propuesta por Gerard Genette, según la cual un texto, el hipotexto, en nuestro caso las novelas de caballerías o el Quijote mismo, aparece relacionado con otro posterior, el hipertexto, en una relación más amplia: la intertextualidad. Esta que no es otra cosa que el conjunto de relaciones que se establecen entre los textos, las cuales son de diversa índole, ya sea entre obras del mismo autor o de diversos autores, de diversas épocas, de diversos géneros, de forma explícita o no. Según esta categoría propuesta por Julia Kristeva, desde el dialogismo bajtiniano, “todo texto es la absorción o transformación de otro texto”. En el caso del Quijote podríamos también hablar de lo que Cesare Segre denominó interdiscursividad, o relación semiológica de un texto con otras artes como la pintura, la música, el cine, etc.

Siendo un hipertexto de las novelas de caballerías, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, es a su vez hipotexto de incontables obras que a lo largo del mundo se han inspirado en él para parodiarlo, explicarlo, reescribirlo, imitarlo y con ello homenajearlo. Desde el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas., publicado en 1614, conocido como el Quijote apócrifo, y que impulsó a Cervantes a escribir su segunda parte donde lo cita, hasta las famosas ilustraciones de Gustav Doré, un ejemplo de interdiscursividad, son innumerables las obras que se han inspirado en la de Cervantes. Sólo en el siglo XVII hubo quince imitaciones inglesas, veinticuatro francesas, diecisiete alemanas, una italiana y dos holandesas.

En Latinoamérica han sido muchos los que le han dedicado a Cervantes y su Quijote la correspondiente atención. Comienzo nombrando al ecuatoriano Juan Montalvo de quien se publicó póstumamente en 1895 sus Capítulos que se le olvidaron a Cervantes. Ensayo de imitación de un libro inimitable. Personaje quijotesco él mismo, gran polemista, Montalvo aunaba a sus actividades políticas una vocación literaria caracterizada por una actitud moralista, traducida en un estilo y pensamiento regidos por cánones dictados por una moral patriarcal y del honor, que se extendía a su vida política llena de sacrificios y renunciamientos. Es por esta postura que antes que lograr una obra con destacadas pretensiones literarias, el autor se propone subrayar el valor simbólico de Don Quijote en su lucha por la verdad y la justicia.

Para Montalvo más allá de la intención de mover a risa, lo realmente trascendente del personaje es el filósofo encarnado por el ingenioso hidalgo, contrafigura del común y materialista Sancho. De ahí que los Capítulos…se propongan sobre todo, más que una imitación, “un libro de moral” que funcione “sobre la base del ejemplo”. Puede ser que esta intención moralizante sea la que atenta hoy contra la vigencia del libro, ya que al faltarnos el contexto sociopolítico al que se refiere, al encontrarnos con algunas aventuras que no son ficticias, sino ocurridas en la realidad histórica del momento de su publicación, según se esmera en aclarar el propio Montalvo, no es fácil para el lector de hoy establecer los nexos con los hechos y personajes burlados y condenados por el autor. Esto junto a un lenguaje arcaizante, aunque con belleza de formas, según el juicio de Andrés Roig, estudioso de la obra de Montalvo, dificulta hoy la regocijada lectura.

Otra ruta escoge el merideño Tulio Febres Cordero (1860-1938) con su libro Don Quijote en América, o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo de la Mancha, publicado en 1905, en conmemoración del tercer centenario del Quijote. Orientado por las advertencias que le hace el imaginario amigo de Cervantes, transcritas en el prólogo de su obra, don Tulio continúa las andanzas del ingenioso hidalgo en tierras americanas procurando que al leer su historia “el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”. Lamentablemente fueron muchos los simples que se enfadaron y los graves que despreciaron el delicioso libro de don Tulio. A éstos, por fortuna, hicieron frente otros tantos críticos prudentes y risueños que supieron leer el humor y la originalidad que el libro encierra y que en nada desmerece al hipotexto del cual parte. Sin embargo la intención no es sólo jocosa, puesto que esta cuarta salida en tierras americanas intenta retratar críticamente ciertas situaciones y costumbres de su tiempo, como también lo hicieron Cervantes y Montalvo.

La intención de Febres Cordero era en principio aleccionadora, pero su mérito radica en el humor y la fluidez del lenguaje, en ese escribir sin afectación y con llaneza, tan caro a Cervantes y su época, que ha mantenida a esta obra fresca y vigente hasta hoy. No pretendía imitar en lo literario sino en lo didáctico y moralizante, aunque no en pocas ocasiones el autor imita con acierto la lengua cervantina. La novela comienza en los campos de Montiel, donde hidalgo y escudero despiertan luego de dormir trescientos años dentro de la cueva de Montesinos, para despertar en pleno siglo veinte y continuar sus andanzas, embarcándose rumbo a América, no sin antes vivir algunas jocosas peripecias en su tierra natal.

Sin embargo, es mucho lo que ha cambiado nuestro caballero en el orden moral, luego de su largo sueño, toda vez que despierta convertido en sabio, renegando de su ascendencia hispana, puesto que sus pretensiones científicas son de rango anglosajón, germano o francés. Por ello se hace llamar Doctor Alonso Quix, caballero de Manchester, y a su escudero Sancho d’Argamasille. Y si su locura anterior fue la de resucitar lo pasado y abolido, su nueva obsesión es la de borrar el pasado y sacrificar la tradición que pervive en el presente en aras del progreso futuro. No hay duda de que la intención de Febres Cordero es la de ridiculizar, con la disparatada vocación por el progreso del Doctor Quix, el esnobismo muy notable en los pueblos hispanoamericanos, convertidos en recién nacidas repúblicas, guiadas por el positivismo y el ansia de Modernidad, las cuales renegando de su pasado colonial y su raigambre hispánica, sólo encuentran en alemanes, ingleses y yanquis, sobre todo, los modelos a seguir, menospreciando la herencia española.

Con esta reinterpretación del Quijote, de Cervantes, Febres Cordero la señala como la obra cumbre de la hispanidad, como modelo que permite el rescate de la raíz hispánica de gran parte de la cultura hispanoamericana; búsqueda y exaltación de una identidad cultural que conforma el proyecto ideológico de la fecunda obra del venezolano. De modo que con la escritura de su libro homenaje, Febres Cordero retoma la imaginación de Cervantes, la misma que en 1605 inició sus andanzas, cabalgando sobre Rocinante, para continuar no sólo la aventura del ingenioso hidalgo y su singular escudero, sino también la universal errancia de la novela moderna (Balza, 1987:19).

No hay duda, entonces, de que podemos hablar de diversos tipos de obras inspiradas en el Quijote, algunas son continuaciones de las aventuras del héroe principal o de algún otro personaje, de Sancho sobre todo. Otras son reescrituras o imitaciones. En cuanto a lo que llamaría reescrituras, otra obra que quisiera resaltar especialmente es El Quijote de los niños (1936), de José Bento Renato Monteiro Lobato, justamente por estar dedicada al público infantil y porque en Venezuela el Ministerio de la Cultura publicó en el año 2005 un facsímil de una edición argentina de 1947, con prólogo de Laura Antillano. Este autor brasileño nació en Taubat, el 18 de abril de 1882 y murió en San Pablo el 4 de julio de 1948. Pionero en el campo de la literatura infantil y educativa, enseñó a través de sus narraciones dedicadas a los niños sobre literatura, ciencia y oficios. Fue un abogado luchador a favor de la preservación de la identidad del pueblo brasileño, comulgando con “la filosofía de la identidad nacional”. Se enfrentó al dictador Getulio Vargas por discrepancias con su política económica, sobre todo en materia petrolera, además fue un gran admirador del sistema norteamericano. Por ello tuvo que exiliarse en Buenos Aires hasta 1941. Era un modernista que desarrolló los temas rurales y el estilo naturalista propio de esta tendencia.

La trama de su libro reúne a los personajes de otras obras para niños de Monteiro Lobato la traviesa muñeca Emilia, el vizconde, que es una mazorca de maíz, la tía Anastasia, Perucho y Naricita en torno a la abuela Benita, quien les va leyendo y explicando los pasajes más famosos de la obra: la lucha con los molinos de viento, con los galeotes, con el Caballero de los Espejos y de la Blanca Luna, el episodio del yelmo de Mambrino, entre muchos otros. Los personajes desde su lógica infantil van interrumpiendo el relato con sus preguntas y acotaciones a los que puntualmente responde la abuela Benita. La intención pedagógica del autor se deja sentir a lo largo del relato y es lo que quizá resiento. Sobre todo porque leo una incongruencia entre las intervenciones de los personajes del cuento infantil, dedicadas a niños pequeños y el relato de las aventuras de don Quijote cuyo lenguaje lo acercaría a niños mayores, de 11 años por lo menos. Sin embargo, el libro resulta encantador, sobre todo por el hecho de acercar esta gran obra al público infantil y juvenil. Algo que se suele hacer en muchos países como es dedicar ediciones especiales de obras que no fueron escritas para niños, pero que son adaptadas para ellos con el fin de fomentar su lectura. En España tenemos un buen ejemplo con preciosas ediciones ilustradas de parte de la obra de sus grandes poetas, con extractos de las mismas que podrían ser leídas por los más pequeños. En Venezuela carecemos de ese esfuerzo editorial, por lo que no se promueve la lectura de sus grandes poetas

Otro esfuerzo del Ministerio de la Cultura de nuestro país a favor de niños y adolescentes fue la publicación en el año 2005 de la antología anotada Don Quijote de la Mancha, con motivo de la celebración de los cuatrocientos años de la aparición del primera parte de la gran obra de Cervantes. Se trató de un millón de ejemplares de distribución gratuita que podemos identificar como reescritura en la medida en que resume y anota la obra original con la intención de hacerla asequible a un público muy joven. Cabe resaltar el breve, pero elocuente prólogo escrito por José Saramago especialmente para esta edición.

Son también una reescritura de la obra cervantina las Leyendas del Quijote, de Pedro Pablo Paredes, nuestro importante escritor trujillano radicado en San Cristóbal, editadas en Argentina en el año 1979. Se ha dicho que en la obra de Cervantes hay unos seiscientos personajes; en atención a esto, Paredes le da voz a varios de ellos: el ama, la sobrina, el bachiller Sansón Carrasco, Teresa Panza, Juan Haldudo, los cabreros, Maritornes, el ventero y tantos otros. En medio de estas voces se destacan las de los propios Alonso Quijano y Don Quijote de la Mancha, quienes en una suerte de desdoblamiento o juego de espejos, cumplen lo dicho por José Saramago al final del prólogo que mencioné antes: “Fue así como Alonso Quijano, montado en su esquelética cabalgadura, grotescamente armado, comenzó a caminar, ya otro, y por tanto en busca de sí mismo. Al otro lado del horizonte le esperaba Don Quijote.” (p.25). Entonces, cada uno de los personajes recreados por Paredes va dando, a modo de monólogo, su versión de la historia del ingenioso hidalgo, o mejor, del fragmento de la misma que le tocó vivir. Con ello se hace eco de la polifonía característica de la obra y de su riqueza lingüística. Me parece que es una lectura altamente recomendable para los jóvenes ya que facilita, mediando creativamente, muchas veces con el gracejo cervantino, una lectura que puede no ser de fácil acceso para el lector inexperto.

Vale recordar, para concluir, que la andadura paródica del gran libro de Cervantes continúa por los diversos países suramericanos como bien lo demostró el crítico peruano Julio Ortega al convocar a escritores latinoamericanos y españoles para, recreando al Quijote, fuese posible celebrar “un diálogo de liberaciones y convergencias” y ofrecer un magnífico libro paródico, La Cervantiada. El mismo fue publicado a propósito del Quinto Centenario del descubrimiento de América, donde a través de hipertextos convertidos en “un mapa festivo de la lectura actual del Quijote”, no se hizo otra cosa que regresar al punto de partida “como quien emprende una nueva salida”, inscribiéndolos a su vez en una tradición creativa de la lectura del Quijote en la que figuran nombres de notables escritores como Jorge Luis Borges, Rosario Castellanos, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, entre otros tantos. Con ello demostraron, una vez más, que una parte considerable de la literatura hispanoamericana proviene de la tradición española, debido a que nació en el seno de los esplendores lingüísticos del barroco, por lo que muchos de sus textos clásicos son para la literatura hispanoamericana textos de “fundación” que contribuyeron a la formación de nuestro imaginario y de nuestro linaje idiomático.

REFERENCIAS

Balza, José (1987). Este mar narrativo .México: Fondo de Cultura Económica.

Cervantes, Miguel (2005). Don Quijote de la Mancha. Antología anotada. Caracas: Alfaguara.

Febres Cordero, Tulio (2005). Don Quijote de la Mancha. Mérida: Universidad de Los Andes.

Montalvo, Juan (1930). Capítulos que se le olvidaron a Cervantes. París:Garnier Hermanos

Monteiro Lobato, José (1937). El Quijote de los niños. Buenos Aires: Editorial Americalee.

Ortega, Julio (comp.) (1993). La Cervantiada. Caracas: Fundarte.

Paredes, Pedro Pablo (1979). Leyendas del Quijote. Buenos Aires: Publicaciones de la Embajada de Venezuela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario